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Thread Name: El oscuro despertar | NOMBRE POR DEFINIR
No sé cómo ni por dónde empezar, es todo muy duro y los hechos sucedieron estúpidamente rápido, como si se tratase de una pésima historia de terror. Sin embargo, haré todo lo posible para documentar lo ocurrido hasta el momento; es importante para la posteridad y para mí, necesito recapitular lo vivido para no perder la cordura.
Todo comenzó en la madrugada del pasado veinticuatro de noviembre, hace ya una semana, cuando decidí, junto a un numeroso grupo de amigos, adentrarme en un túnel secreto que yace oculto en la sala de calderas de mi colegio. No quisiera excusarme, pero no fue mi idea. Aunque, seamos sinceros, ¿a quién no le daría curiosidad de saber por qué hay una zona secreta en su escuela?
En cuánto nos irrumpimos en él, una de las chicas de nuestro grupo colapsó emocionalmente y decidió irse por su cuenta; horas después, en la seguridad de un hospital en el que moriría más tarde, aseguró a la policía haber visto una extraña silueta que observaba al grupo fijamente desde lo más profundo de la oscuridad, como si estuviese esperando a que caigan en su trampa.
El resto seguimos sin tener en cuenta las llamativas advertencias de nuestra amiga, las cuales nos hubiera venido muy bien tener en cuenta. Les habrían salvado la vida a todos mis amigos, a todos y cada uno de los que hoy están desaparecidos (muertos). Cuando alcanzamos el final de aquel pasillo nos topamos con una gigantesca puerta triangular de madera, como si se tratase de una puerta de un antiguo castillo. Era absurdo, pero real.
Para nuestra sorpresa la puerta se abrió de par en par sin que nosotros la tocásemos, como si alguien (o algo) detrás de ella nos estuviese esperando. Sin pensarlo, y que mal por nosotros por no hacerlo, nos metimos en la oscura pesadez de una niebla que poco a poco se robaba el protagonismo que le pertenecía originalmente a la incertidumbre.
Sin darnos cuenta, la niebla cesó y pudimos visualizar los límites de la pequeña habitación en la cual nos encontrábamos. No era mucho más grande que una de las aulas que reposaban silenciosamente arriba nuestro. En este punto el misterio y la decepción nos abordó, casi lanzándonos a la locura, aunque no duraría mucho. Minutos después uno de mis compañeros encontró una escalerilla debajo de una alfombra.
En cuánto bajamos, el asunto se tornó demasiado oscuro: cabezas de varios animales, tales como vacas, perros y caballos, facciones humanas ensangrentadas y recortadas por doquier, y un cuerpo mutilado de una mujer de unos treinta años (o tal vez menos) dentro de un pentágono nos esperaban en el cuarto. Todos mascullamos algunos gemidos, que no hicieron más que entristecer aún más la situación.
Pero eso no fue todo, claro que no, aún había muchísimo más por vivir, por lo menos para mí. Tras algunos minutos en silencio, mientras contemplábamos el horrible festín, un grupo de hombres con túnicas lilas aparecieron desde las penumbras y nos atacaron con unas extrañas dagas que llevaban en sus manos. Lo único que atiné a hacer es subir la escalera y correr. Por primera vez podría utilizar correctamente la expresión “... como si no hubiese un mañana”, la cual tanto solía usar antes de este incidente: corrí como si no hubiese un mañana.
Tras salir del edificio me dirigí directamente a mi casa, que se encuentra a unos diez kilómetros. En cuando llegué, dormí, y lo hubiese hecho eternamente si mis padres no hubiesen recibido una extraña visita de la policía. Si, aquella pesadilla no iba a terminar tan fácilmente, de hecho hasta se podía decir que recién comenzaba.
Las fuerzas de seguridad habían recibido una llamada anónima de una persona que afirmaba haber detectado movimientos extraños en el terreno de la Escuela Nacional 64 –imagino que está de más aclarar que fue ahí en dónde todo ocurrió-, y tras revisar el perímetro se habían topado con tres cadáveres humanos y decenas de manchas de sangre por todo el colegio, como si allí mismo se hubiese montado una cacería.
Nunca sabré como llegaron a mi casa, ni como supieron que yo estuve ahí esa noche. El punto es que tras escucharlos entrar decidí escapar, sabía que sería difícil explicar la situación y que me culparían por las muertes y desapariciones. Tomé, entonces, los ahorros de mi familia de un pequeño cajón que mis padres tenían escondido en uno de los armarios de su cuarto y escapé por la ventana de mi cuarto, que daba al patio trasero de mi casa. Tal vez sólo hubiesen querido preguntarme qué había pasado la noche anterior, pero no me podía arriesgar.
Mi próximo movimiento se marcó rápidamente en cuanto recordé que una de mis amigas nos había abandonado antes de entrar: debía buscar a Ailin y buscar ayuda para resolver el problema. Para mi suerte, mi celular aún tenía batería y pude llamarla, aunque ella no respondió. Quién lo hizo fue su madre, quién me dijo que ella estaba internada de gravedad en el hospital del pueblo. Estupefacto, me dirigí a la clínica.
Allí me encontré con que su habitación estaba siendo custodiada por una gran barrera policial, a los cuales no pude persuadir para que me dejasen pasar a verla. Intentarlo pudo haber sido un suicidio, pero estaba seguro de que ninguno de ellos imaginaría que yo era un “prófugo”. Necesitaba hablar con ella.
Ya pasaron dos semanas de todo esto, y ahora mismo me encuentro escondido en un motel barato en una ciudad que se encuentra a cinco horas de viaje en tren de mi pueblo. Llegué aquí hace casi una semana, y desde entonces no pude abandonar la computadora, gracias a la cual encontré información fascinante sobre mi localidad, que en sus orígenes fue la morada de muchísimos nazis que se radicaron en una zona no habitada para hacer todo tipo de experimentos. También leí sobre un catastrófico incidente ocurrido en los primeros años del siglo XX, y de cómo la historia nacional se construyó en base a tapar este tipo de acontecimientos.
Todavía no encuentro la relación entre los nazis y los extraños hechos que viví, pero con un poco más de tiempo sé que lo haré. De todos modos no estoy seguro de cuando tiempo más me queda de vida, estoy siendo consumido por una extraña enfermedad que se propaga por mi cuerpo como un cáncer. Además, tengo la sensación de estar siendo acechado; hoy mismo mientras cenaba vi como un grupo de personas con trajes militares me observaba cautelosamente desde una esquina del comedor. No sé quiénes serán, o si sólo me observaban por mi demacrado aspecto (poco probable), pero siento la necesidad de transmitir esto antes de que no pueda hacerlo.