Escribo desde que tenía 13 años, pero nunca llegué a tomármelo en serio.
Así que no sean malos con sus comentarios... me encantan las críticas constructivas así que critiquen, critiquen todo cuanto quieran sin temor a enfados ni represalias pero con respeto <3
He intentado usar palabras y expresiones neutras por así decirlo para que todos lo entiendan bien xD
El tema del fiction está poco visto en el foro por lo que pude ojear, pero no se engañen, en este fiction nada es lo que parece, podrían llevarse alguna que otra sorpresilla O:!!!!!
Y sin más dilación, el fic... espero que les guste ^O^
Capítulo 1
“Los seres eternos vuelan en la fría noche bajo las estrellas de la profundidad de los oscuros bosques. En el cielo se puede distinguir con claridad la brillante luna roja, como la sangre de los guerreros, que infunde ánimos en sus almas para lograr su cometido. Hay una profecía, que reza que esta noche muchos guerreros de buen corazón y alto espíritu morirán a manos de los Otros, pero el doloroso fuego arderá para siempre en sus corazones apasionados. Han sido llamados por su destino y vuelan hacia él sin miedo a perder la vida.
En la batalla, destacados dirigentes blanden su espada en el viento como signo de lucha. Los soldados están decididos a no mirar atrás, puesto que con el paso de los tiempos, en los libros y códices, serán recordados por haber librado esta guerra… y mientras eso ocurra, mientras una sola persona recuerde su muerte, seguirán vivos para siempre. Es la verdadera forma de la inmortalidad.
Si el bando luminoso tuviera oportunidad usarían todo tipo de juegos sucios para ganar… ellos no tendrán ninguna piedad, simplemente los matarían a todos. Pero siempre hay una figura que se alza en la noche, que los dirige hacia el deber y les infunde valor cuando sus ánimos flaquean.
En la batalla, la sangre se derrama y comienza el otoño. No es un otoño de hojas caídas y tonalidades ocres… es el otoño de la humanidad, teñido de sangre y dolor. Con el brillo de las espadas, las luces de la noche, la tierra retumba con cada ataque. El centelleante relámpago, el rugido del trueno, todos ellos símbolos de destrucción.
Se petrifican los debiles, valientes soldados agonizan en charcos de sangre, el atronador rugido de los guerreros, el sonido de las armas chocando unas contra las otras sin tregua alguna… y en medio de la escena se encuentra ella, liderando el bando de los seres eternos. No perdona un oponente, solo son simples soldados… pan comido para sus habilidades. Hunde la espada en innumerables pechos, descuartiza, degüella, secciona sus miembros, destripa y derrama la preciada sangre de los Otros. Es un ser bello y cruel.
Levanta la mirada hacia el campo de batalla. Ellos son eficaces, pero el enemigo es más numeroso… el resultado de la batalla solo el destino lo sabe. Su pálida piel y sus cabellos plateados están teñidos con la sangre derramada de sus víctimas, al igual que la luna de la profecía… Por un momento, la visión de la luna sangrienta la atrapa y tiene un mal presentimiento. Entonces es cuando divisa a su segundo al mando a treinta metros de distancia, débil, apenas con las fuerzas suficientes para tenerse en pie. Ella corre desesperada en medio de la lucha para llegar hasta él, lanzando espadazos al viento y apartando a todo aquél que se interpone en su camino, pero uno de los generales enemigos, aquel que lo había dejado en tal estado, le desgarró el pecho con su guadaña antes de que ella pudiese hacer nada para evitarlo, mientras exhibía su asquerosa sonrisa de hiena y hundía su cara en las vísceras del cadáver.
Ella cayó de rodillas al piso con la mente totalmente bloqueada. Un grito agónico y desgarrador se oyó en todo el campo de batalla, y por un segundo todos dejaron de luchar, tanto seres del bando eterno como del bando luminoso. Después de eso enloqueció… el bando luminoso había hecho lo peor que se podía en esa situación.
Ya habían perdido la guerra… aunque ellos todavía no lo sabían.”
Luna despertó con un grito ahogado y las pulsaciones aceleradas, intentó calmar su agitada respiración. Miró hacia un lado y se encontró en su cuarto de siempre, el cuarto de la típica estudiante de diecisiete años podría decirse.
“¿Estoy viva?” pensó mientras llevaba sus manos hacia el pecho para palparse en busca de algo extraño. “Sí, lo estoy… el dolor que siento es la prueba existencial de ello” “Pero ¿por qué otra vez ese sueño que se repite noche tras noche?”
Desde hacía unos meses Luna soñaba lo mismo noche tras noche, a veces en el sueño era de día… otras veces era de noche, en ocasiones su punto de vista era desde el cielo; en cambio la mayoría de las noches su mirada provenía del centro de la lucha. Casi siempre el sueño era algo borroso, eran mayores la sensación y los sentimientos producidos por ese sueño que la impresión que puedan producir las imágenes en sí… pero lo más extraño de todo, es el chico del final del sueño. Nunca le vio la cara, y si alguna noche lo hizo no lo recuerda… ¿Qué podría significar todo eso? Era tan real, tan vívido, como si lo hubiese vivido antes… pero eso es del todo imposible.
Se levantó de la cama dispuesta a asearse para ir al instituto, como cada día. Se vistió con el uniforme reglamentario: camisa blanca, falda de cuadros azul con chaqueta a juego, zapatos de charol y calcetines largos… “qué original…” pensó para sus adentros. Peinó sus rizos castaños, que le llegaban hasta la cintura, recogió los cabellos en un jopo y se detuvo a contemplarse en el espejo. Una chica adolescente la miraba con unos grises ojos tristes, aquella mirada penetrante, le parecía un plagio de sí misma, aquella chica del espejo… la sacaba de sus casillas cada día más simplemente con aquella mirada.
Ni siquiera se planteó desayunar antes de salir a la calle, no tenía ganas de cocinar y era algo que debía hacer si quería comer algo, puesto que vivía únicamente con un adulto que la vigilaba… un simple títere por cuestiones legales. Era como vivir sola. Así que simplemente agarró la mochila con los libros y se encaminó hacia un nuevo día.
“Los seres eternos vuelan en la fría noche bajo las estrellas de la profundidad de los oscuros bosques. En el cielo se puede distinguir con claridad la brillante luna roja, como la sangre de los guerreros, que infunde ánimos en sus almas para lograr su cometido. Hay una profecía, que reza que esta noche muchos guerreros de buen corazón y alto espíritu morirán a manos de los Otros, pero el doloroso fuego arderá para siempre en sus corazones apasionados. Han sido llamados por su destino y vuelan hacia él sin miedo a perder la vida.
En la batalla, destacados dirigentes blanden su espada en el viento como signo de lucha. Los soldados están decididos a no mirar atrás, puesto que con el paso de los tiempos, en los libros y códices, serán recordados por haber librado esta guerra… y mientras eso ocurra, mientras una sola persona recuerde su muerte, seguirán vivos para siempre. Es la verdadera forma de la inmortalidad.
Si el bando luminoso tuviera oportunidad usarían todo tipo de juegos sucios para ganar… ellos no tendrán ninguna piedad, simplemente los matarían a todos. Pero siempre hay una figura que se alza en la noche, que los dirige hacia el deber y les infunde valor cuando sus ánimos flaquean.
En la batalla, la sangre se derrama y comienza el otoño. No es un otoño de hojas caídas y tonalidades ocres… es el otoño de la humanidad, teñido de sangre y dolor. Con el brillo de las espadas, las luces de la noche, la tierra retumba con cada ataque. El centelleante relámpago, el rugido del trueno, todos ellos símbolos de destrucción.
Se petrifican los debiles, valientes soldados agonizan en charcos de sangre, el atronador rugido de los guerreros, el sonido de las armas chocando unas contra las otras sin tregua alguna… y en medio de la escena se encuentra ella, liderando el bando de los seres eternos. No perdona un oponente, solo son simples soldados… pan comido para sus habilidades. Hunde la espada en innumerables pechos, descuartiza, degüella, secciona sus miembros, destripa y derrama la preciada sangre de los Otros. Es un ser bello y cruel.
Levanta la mirada hacia el campo de batalla. Ellos son eficaces, pero el enemigo es más numeroso… el resultado de la batalla solo el destino lo sabe. Su pálida piel y sus cabellos plateados están teñidos con la sangre derramada de sus víctimas, al igual que la luna de la profecía… Por un momento, la visión de la luna sangrienta la atrapa y tiene un mal presentimiento. Entonces es cuando divisa a su segundo al mando a treinta metros de distancia, débil, apenas con las fuerzas suficientes para tenerse en pie. Ella corre desesperada en medio de la lucha para llegar hasta él, lanzando espadazos al viento y apartando a todo aquél que se interpone en su camino, pero uno de los generales enemigos, aquel que lo había dejado en tal estado, le desgarró el pecho con su guadaña antes de que ella pudiese hacer nada para evitarlo, mientras exhibía su asquerosa sonrisa de hiena y hundía su cara en las vísceras del cadáver.
Ella cayó de rodillas al piso con la mente totalmente bloqueada. Un grito agónico y desgarrador se oyó en todo el campo de batalla, y por un segundo todos dejaron de luchar, tanto seres del bando eterno como del bando luminoso. Después de eso enloqueció… el bando luminoso había hecho lo peor que se podía en esa situación.
Ya habían perdido la guerra… aunque ellos todavía no lo sabían.”
Luna despertó con un grito ahogado y las pulsaciones aceleradas, intentó calmar su agitada respiración. Miró hacia un lado y se encontró en su cuarto de siempre, el cuarto de la típica estudiante de diecisiete años podría decirse.
“¿Estoy viva?” pensó mientras llevaba sus manos hacia el pecho para palparse en busca de algo extraño. “Sí, lo estoy… el dolor que siento es la prueba existencial de ello” “Pero ¿por qué otra vez ese sueño que se repite noche tras noche?”
Desde hacía unos meses Luna soñaba lo mismo noche tras noche, a veces en el sueño era de día… otras veces era de noche, en ocasiones su punto de vista era desde el cielo; en cambio la mayoría de las noches su mirada provenía del centro de la lucha. Casi siempre el sueño era algo borroso, eran mayores la sensación y los sentimientos producidos por ese sueño que la impresión que puedan producir las imágenes en sí… pero lo más extraño de todo, es el chico del final del sueño. Nunca le vio la cara, y si alguna noche lo hizo no lo recuerda… ¿Qué podría significar todo eso? Era tan real, tan vívido, como si lo hubiese vivido antes… pero eso es del todo imposible.
Se levantó de la cama dispuesta a asearse para ir al instituto, como cada día. Se vistió con el uniforme reglamentario: camisa blanca, falda de cuadros azul con chaqueta a juego, zapatos de charol y calcetines largos… “qué original…” pensó para sus adentros. Peinó sus rizos castaños, que le llegaban hasta la cintura, recogió los cabellos en un jopo y se detuvo a contemplarse en el espejo. Una chica adolescente la miraba con unos grises ojos tristes, aquella mirada penetrante, le parecía un plagio de sí misma, aquella chica del espejo… la sacaba de sus casillas cada día más simplemente con aquella mirada.
Ni siquiera se planteó desayunar antes de salir a la calle, no tenía ganas de cocinar y era algo que debía hacer si quería comer algo, puesto que vivía únicamente con un adulto que la vigilaba… un simple títere por cuestiones legales. Era como vivir sola. Así que simplemente agarró la mochila con los libros y se encaminó hacia un nuevo día.
Capítulo 2
Caminando por las calles de la ciudad mientras iba hacia el instituto se detenía a pensar a cerca de cosas totalmente insustanciales... odiaba aquella ciudad, y el simple hecho de verse obligada a permanecer en ella le cortaba las alas totalmente. El instituto, la mera rutina… era demasiado para ella, pero ante todo el deber le infundía algo de ánimos.
Podía contemplar aquellas curiosas ondas que produce el calor sobre los objetos cuando se contemplan al trasluz del sol y los hacía danzar al ritmo de aquél calor asfixiante… odiaba el verano. Miró el reloj de pulsera que llevaba, un reloj rodeado de cadenas simulando unas esposas… realmente era así como se sentía, totalmente esclava del tiempo. Ya llegaba tarde al instituto, pero no le importaba en absoluto.
Llegó hasta un cruce de caminos ¿Cuál tomar? ¿El corto pero concurrido camino que atravesaba el parque central de la ciudad de Hopelchic, o el camino que bordeaba las afueras? Definitivamente eligió la segunda opción… lo que menos le apetecía en aquel momento era encontrarse gente corriendo hacia sus respectivos trabajos ajetreadamente, deportistas intentando ser perfectos superficialmente y familias felices sin nada mejor que hacer que perder su valioso tiempo en jugar en el maldito parque.
Dio una patada a una piedra del camino, la cual fue a parar al pie de una farola “al menos así no te aburres de estar parada en el mismo sitio de antes” pensó con media sonrisa. Pero algo la sacó de sus cavilaciones… una chica con un maletín de estudiantes se aproximaba hacia ella sonriendo. Era bonita… algo mas alta que Luna, con el cabello liso y recto por la barbilla de un color oscuro con reflejos cobrizos.
— ¡Perdona! — Dijo cuando ya estaba a un metro de distancia.— Soy nueva en la ciudad. Mis padres han alquilado una casa de campo a las afueras de Hopelchic y nos hemos mudado hace un par de días por motivos de trabajo y esas cosas... — miró alrededor suyo por unos instantes y volvió a sonreírle amistosamente.— la verdad es que esta ciudad tiene su propio encant…
—Oye… no quiero ofenderte, pero no te he pedido que me cuentes tu vida — Dijo Luna cortantemente.
—Lo… lo siento. —La chica miró hacia abajo, parecía algo sonrojada. — Es solo… que no se cómo llegar a mi instituto, y he visto que llevamos el mismo uniforme, por lo que supuse que te dirigías hacia allí.
Luna ya se estaba desesperando… ¿Por qué le irritaba tanto esta chica? No tenía nada malo en su contra pero… “Bueno… intentaré ser algo amable por una vez en mi vida” se dijo a sí misma tras un largo suspiro. Le tendió la mano a la chica a modo de cortesía:
— Siento haber sido algo brusca, mi nombre es Luna… si te parece bien podríamos ir juntas al instituto, ya llegamos algo tarde.
— ¡Encantada! Yo soy Lucía, pero me gusta que me llamen “Luz”.
Dijo con una amplia sonrisa, la cual permitió a Luna ver que tenía unos bonitos y relucientes dientes con una pequeña manchita blanca en uno de sus colmillos, pero en lugar de estrechar la mano que le habían ofrecido, se abalanzó sobre Luna para darle dos besos en las mejillas. Se quedó desconcertada… ¿cuánto tiempo hacía que nadie la besaba? Era incapaz de recordarlo… y ahora venía una desconocida y lo hcía sin más.
Caminaron juntas hacia el centro escolar, mientras que Luz intentaba darle algo de conversación, aunque prácticamente hablaba ella sola. Le contó que su padre era policía, y que recientemente lo ascendieron de rango por sus méritos en contra del tráfico de drogas de su antigua región y por eso se habían mudado de ciudad, mientras que su madre era ama de casa simplemente… aunque estaba intentando sacarse un grado superior de medio ambiente en la universidad a distancia.
La verdad es que la compañía de Luz no le molestaba tanto como había pensado… es solo que era demasiado charlatana. En on abrir y cerrar de ojos se encontraban en la puerta del instituto… Luna llevó a Luz hasta la secretaría del centro para que le asignasen su nueva clase… casualmente la clase contigua a la suya. Se despidieron y Luna entró en su aula a sabiendas de la regañina que le esperaba debido a su tardanza…
Pasaron dos días, en los cuales únicamente se vieron en los pasillos entre clase y clase. Luna estaba sentada en su putitre, con ambas manos entrelazadas, atenta a la explicación del profesor… su clase era un auténtico desastre: aviones de papel sobrevolando la estancia, chicos de pelo engominado que se dedicaban a molestar a otros que querían atender, niñas pijas totalmente vueltas de su asiento con la falda más corta de lo reglamentario que les ponían morritos al chico de detrás para llamar su atención… y el profesor intentando aparentar que podía dar una clase normal… “Oh dioses… que asco me da esta gente, son patéticos” pensaba con cara de aprensión…
Y entonces sucedió algo totalmente inesperado. Alguien llamó a la puerta de la sala y a continuación entró el jefe de estudios avisando a toda la clase de que una alumna había solicitado un cambio de aula, les pidió que se portasen bien con ella, la presentó diciendo su nombre y apellidos y todo lo referente… lo típico. Pero cuando la chica entró por la puerta, Luna se quedó estupefacta… no se lo podía creer, aquella alumna era Luz, la que había conocido hacía unos días atrás.
Sonó la campana que anunciaba el recreo, y Luz se acercó al pupitre de Luna sonriendo tímidamente. Entonces uno de los chicos guapitos de la clase exclamó:
— ¡Miren todos! ¡La lunática tiene una amiguita! —Se burló. —Vamos Lucía, ven con la gente normal… lo pasaremos bien.
Luna estaba totalmente acostumbrada a las burlas que le proferían los chicos y chicas de su clase… incluso el apodo “lunática” le producía risa… Lucía había sido una de las pocas personas que la trataron bien desde hacía mucho tiempo, se sentía algo contrariada. Pero tuvo que dejar sus pensamientos a un lado… algo no andaba bien, podía sentirlo, debía marcharse a otro lugar… no tenía espera.
—Pe…pero yo… en realidad me he cambiado de clase porque quería estar con ella… al fin y al cabo es la primera persona que conocí al venir aquí…
—No importa, Luz… está todo bien, ve con los demás. —La cortó Luna algo apremiada. — Será mejor que me retire. Suerte.
Acto seguido Luna recogió todas sus cosas lo más rápido que pudo y se encaminó hacia la salida… dejando con la boca abierta a todos aquellos que estaban contemplando la escena. No era algo propio de ella retirarse sin presentar guerra, eso es algo por lo que al resto les encantaba molestarla.
Caminando por las calles de la ciudad mientras iba hacia el instituto se detenía a pensar a cerca de cosas totalmente insustanciales... odiaba aquella ciudad, y el simple hecho de verse obligada a permanecer en ella le cortaba las alas totalmente. El instituto, la mera rutina… era demasiado para ella, pero ante todo el deber le infundía algo de ánimos.
Podía contemplar aquellas curiosas ondas que produce el calor sobre los objetos cuando se contemplan al trasluz del sol y los hacía danzar al ritmo de aquél calor asfixiante… odiaba el verano. Miró el reloj de pulsera que llevaba, un reloj rodeado de cadenas simulando unas esposas… realmente era así como se sentía, totalmente esclava del tiempo. Ya llegaba tarde al instituto, pero no le importaba en absoluto.
Llegó hasta un cruce de caminos ¿Cuál tomar? ¿El corto pero concurrido camino que atravesaba el parque central de la ciudad de Hopelchic, o el camino que bordeaba las afueras? Definitivamente eligió la segunda opción… lo que menos le apetecía en aquel momento era encontrarse gente corriendo hacia sus respectivos trabajos ajetreadamente, deportistas intentando ser perfectos superficialmente y familias felices sin nada mejor que hacer que perder su valioso tiempo en jugar en el maldito parque.
Dio una patada a una piedra del camino, la cual fue a parar al pie de una farola “al menos así no te aburres de estar parada en el mismo sitio de antes” pensó con media sonrisa. Pero algo la sacó de sus cavilaciones… una chica con un maletín de estudiantes se aproximaba hacia ella sonriendo. Era bonita… algo mas alta que Luna, con el cabello liso y recto por la barbilla de un color oscuro con reflejos cobrizos.
— ¡Perdona! — Dijo cuando ya estaba a un metro de distancia.— Soy nueva en la ciudad. Mis padres han alquilado una casa de campo a las afueras de Hopelchic y nos hemos mudado hace un par de días por motivos de trabajo y esas cosas... — miró alrededor suyo por unos instantes y volvió a sonreírle amistosamente.— la verdad es que esta ciudad tiene su propio encant…
—Oye… no quiero ofenderte, pero no te he pedido que me cuentes tu vida — Dijo Luna cortantemente.
—Lo… lo siento. —La chica miró hacia abajo, parecía algo sonrojada. — Es solo… que no se cómo llegar a mi instituto, y he visto que llevamos el mismo uniforme, por lo que supuse que te dirigías hacia allí.
Luna ya se estaba desesperando… ¿Por qué le irritaba tanto esta chica? No tenía nada malo en su contra pero… “Bueno… intentaré ser algo amable por una vez en mi vida” se dijo a sí misma tras un largo suspiro. Le tendió la mano a la chica a modo de cortesía:
— Siento haber sido algo brusca, mi nombre es Luna… si te parece bien podríamos ir juntas al instituto, ya llegamos algo tarde.
— ¡Encantada! Yo soy Lucía, pero me gusta que me llamen “Luz”.
Dijo con una amplia sonrisa, la cual permitió a Luna ver que tenía unos bonitos y relucientes dientes con una pequeña manchita blanca en uno de sus colmillos, pero en lugar de estrechar la mano que le habían ofrecido, se abalanzó sobre Luna para darle dos besos en las mejillas. Se quedó desconcertada… ¿cuánto tiempo hacía que nadie la besaba? Era incapaz de recordarlo… y ahora venía una desconocida y lo hcía sin más.
Caminaron juntas hacia el centro escolar, mientras que Luz intentaba darle algo de conversación, aunque prácticamente hablaba ella sola. Le contó que su padre era policía, y que recientemente lo ascendieron de rango por sus méritos en contra del tráfico de drogas de su antigua región y por eso se habían mudado de ciudad, mientras que su madre era ama de casa simplemente… aunque estaba intentando sacarse un grado superior de medio ambiente en la universidad a distancia.
La verdad es que la compañía de Luz no le molestaba tanto como había pensado… es solo que era demasiado charlatana. En on abrir y cerrar de ojos se encontraban en la puerta del instituto… Luna llevó a Luz hasta la secretaría del centro para que le asignasen su nueva clase… casualmente la clase contigua a la suya. Se despidieron y Luna entró en su aula a sabiendas de la regañina que le esperaba debido a su tardanza…
Pasaron dos días, en los cuales únicamente se vieron en los pasillos entre clase y clase. Luna estaba sentada en su putitre, con ambas manos entrelazadas, atenta a la explicación del profesor… su clase era un auténtico desastre: aviones de papel sobrevolando la estancia, chicos de pelo engominado que se dedicaban a molestar a otros que querían atender, niñas pijas totalmente vueltas de su asiento con la falda más corta de lo reglamentario que les ponían morritos al chico de detrás para llamar su atención… y el profesor intentando aparentar que podía dar una clase normal… “Oh dioses… que asco me da esta gente, son patéticos” pensaba con cara de aprensión…
Y entonces sucedió algo totalmente inesperado. Alguien llamó a la puerta de la sala y a continuación entró el jefe de estudios avisando a toda la clase de que una alumna había solicitado un cambio de aula, les pidió que se portasen bien con ella, la presentó diciendo su nombre y apellidos y todo lo referente… lo típico. Pero cuando la chica entró por la puerta, Luna se quedó estupefacta… no se lo podía creer, aquella alumna era Luz, la que había conocido hacía unos días atrás.
Sonó la campana que anunciaba el recreo, y Luz se acercó al pupitre de Luna sonriendo tímidamente. Entonces uno de los chicos guapitos de la clase exclamó:
— ¡Miren todos! ¡La lunática tiene una amiguita! —Se burló. —Vamos Lucía, ven con la gente normal… lo pasaremos bien.
Luna estaba totalmente acostumbrada a las burlas que le proferían los chicos y chicas de su clase… incluso el apodo “lunática” le producía risa… Lucía había sido una de las pocas personas que la trataron bien desde hacía mucho tiempo, se sentía algo contrariada. Pero tuvo que dejar sus pensamientos a un lado… algo no andaba bien, podía sentirlo, debía marcharse a otro lugar… no tenía espera.
—Pe…pero yo… en realidad me he cambiado de clase porque quería estar con ella… al fin y al cabo es la primera persona que conocí al venir aquí…
—No importa, Luz… está todo bien, ve con los demás. —La cortó Luna algo apremiada. — Será mejor que me retire. Suerte.
Acto seguido Luna recogió todas sus cosas lo más rápido que pudo y se encaminó hacia la salida… dejando con la boca abierta a todos aquellos que estaban contemplando la escena. No era algo propio de ella retirarse sin presentar guerra, eso es algo por lo que al resto les encantaba molestarla.
Un ente divino avanza por unos amplios pasillos de mármol rosado. Portaba un mensaje para el consejo superior, pero su mirada denotaba un exasperante nerviosismo. No sabía dónde colocar las manos y le sudaban las palmas irremediablemente. “Probablemente a estas alturas ya deban saberlo.” Pensó el divino ser… “Solamente espero que no se ceben conmigo” “¿Por qué siempre se enfadan con el mensajero?” Suspiró apenado, ya no había solución.
No cabía la duda de que era un ser hermoso, de cabellos negros, ojos color chocolate y una piel nívea perfectamente esculpida… era un hombre alado, lo que los mortales en sus mitos y sueños denominaron ángel algún día. Pero los humanos, como con tantas otras cosas, solo tienen una idea preconcebida de lo que esto significa. Seres bajo las órdenes de un ente supremo… en cierto modo sí, pero ellos jamás adivinarían el desempeño de estos seres.
Únicamente los primeros humanos de todos los tiempos llegaron a conocerlos en profundidad, el resto, como ya se mencionaba anteriormente, solo son mitos e historias sobre aquellas cosas que no llegan a comprender.
Los primeros “humanos” no fueron creados por un dios, ni siquiera surgieron por sí mismos… simplemente fueron degradados y condenados al ostracismo. Fueron brualmente mutilados y desprovistos de sus alas; desterrados del limbo superior, donde habitan el resto de los entes divinos y condenados a vivir como seres mediocres en las bajas tierras. Pero todo eso fue hace mucho… durante la guerra del Bobtailen, cuya etimología en lengua antigua está formada con el prefijo “bo- /bob-” que significa “acontecimiento o momento”, y l lexema “Tailen” (creado)… con lo que en su conjunto quiere decir “día de la creación”.
El ángel de alas níveas cubiertas de plumas grandes y relucientes subía ahora por unas escalinatas algo estrechas para su gusto. Se veía obligado a plegar sus hermosas alas para que no rozasen contra las paredes rugosas. Los techos de aquéllos pasillos representaban un cielo nocturno plagado de pequeñas estrellas que parecían parpadear a su paso.
Por fin las prolongadas y tediosas escaleras acabaron para dar paso a una amplia estancia, cuya apariencia recordaba a algún tipo de templo fenicio… repleta de columnas colocadas en semcírculo en torno a una especie de roca de algún mineral color azul eléctrico. Las paredes eran muy altas, y a pesar de lo amplia que era la estancia y de su bóveda descubierta daba la sensación de estar dentro de un prisma. Numerosas pinturas que representaban hechos y batallas libradas decoraban las pareces de toda la estancia, y en cada columna había adherido un trono labrado en roca volcánica.
En el centro se encontraba un asiento cuyo aspecto era más imponente al resto… puesto que era el lugar del consejo que ocupaba el dios Supremo. El suelo de la estancia resplandecía tanto que parecieses estar caminando sobre un espejo… pero lo más imponente de todo era el consejo y todas las personas honorables que lo formaban.
Algunos humanos están equivocados al pensar que solamente existe un dios, que está asistido por su cortejo de ángeles bondadosos. En el limbo superior el término ángel y el término dios son meros sinónimos. Por supuesto que existen diferentes rangos de poder, dioses superiores a otros… y el dios Supremo, Auxiel, es el ángel más poderoso, aquel que rige la mitad del limbo superior.
El dios menor pasó la vista sobre aquellos asientos que estaban ocupados por tan ilustres gentes, situados ahora justo en frente suyo. Reconoció a algunos de los presentes… no por su propio mandato, sino por las historias y batallas narradas que todo ángel que se precie debía conocer. Entre ellos solamente se sentaba una mujer… un número relativamente bajo si tenemos en cuenta que el consejo estaba constituído por cinco personas, incluyendo Auxiel, actual dios Supremo.
Cada uno de los anteriores dioses Supremos que constituían el consejo era conocido por un título impuesto por su pueblo durante su mandato, y la diosa Cahalise de cabellos y ojos color miel y labios sonrosados, tan dulce en apariencia, se ganó tu título a base de sangre, sufrimiento y dolor… no necesariamente suyos, por supuesto.
La “Madre de hombres” fue demasiado ingenua y benevolente al principio de su reinado. Fue engañada y traicionada por el simple hecho de ser mujer, hasta el punto de verse obligada a tomar medidas drásticas, desencadenando el Bobtailen.
La esencia de un dios reside en sus alas, al ser estos desprovistos de ellas se convierten en mortales, seres débiles sin ningún poder aparente. Un ángel al que le han amputado las alas deja para siempre de ser un ente divino. Pierde su fuerza física, su rapidez, sus dones… e incluso gran parte de la memoria de lo que un día fue. A raíz de esta serie de batallas ya mencionadas es como Cahalise se ganó su sobrenombre.
Pero no por el hecho de ser la Madre de hombres es que fue la primera diosa Suprema…fue la segunda de ellos.
Poco se puede decir de su predecesor, puesto que nadie conoce su nombre y a penas se manifiesta en las reuniones del consejo... es un alma en pena, únicamente su cuerpo está a la vista de los demás, pero de su mente y su espíritu no se puede decir lo mismo. Tiene aspecto de ser un hombre consumido, sus ojos son marrones pero están apagados, y a pesar de aparentar cuarenta años una espesa barba no deja ver su rostro.
Simplemente se conoce de su mandato que se enamoró perdidamente de un ente del bando contrario… un auténtico amor prohibido, y aquello lo atormenta desde entonces como unas cadenas atadas alrededor de sus pies que al moverse articulan lamentos. Por aquella negligencia hay una especie de maldición, que obliga a todos los miembros del consejo a permanecer en el Palacio Celeste, la morada de los dioses de la mitad del limbo superior… a no salir de allí jamás.
El mensajero de los dioses apartó la mirada de los miembros del consejo y salió de sus cavilaciones. Acto seguido hincó su rodilla en el suelo como símbolo de respeto. “Señor, ten piedad.” Pensó como último recurso.
No cabía la duda de que era un ser hermoso, de cabellos negros, ojos color chocolate y una piel nívea perfectamente esculpida… era un hombre alado, lo que los mortales en sus mitos y sueños denominaron ángel algún día. Pero los humanos, como con tantas otras cosas, solo tienen una idea preconcebida de lo que esto significa. Seres bajo las órdenes de un ente supremo… en cierto modo sí, pero ellos jamás adivinarían el desempeño de estos seres.
Únicamente los primeros humanos de todos los tiempos llegaron a conocerlos en profundidad, el resto, como ya se mencionaba anteriormente, solo son mitos e historias sobre aquellas cosas que no llegan a comprender.
Los primeros “humanos” no fueron creados por un dios, ni siquiera surgieron por sí mismos… simplemente fueron degradados y condenados al ostracismo. Fueron brualmente mutilados y desprovistos de sus alas; desterrados del limbo superior, donde habitan el resto de los entes divinos y condenados a vivir como seres mediocres en las bajas tierras. Pero todo eso fue hace mucho… durante la guerra del Bobtailen, cuya etimología en lengua antigua está formada con el prefijo “bo- /bob-” que significa “acontecimiento o momento”, y l lexema “Tailen” (creado)… con lo que en su conjunto quiere decir “día de la creación”.
El ángel de alas níveas cubiertas de plumas grandes y relucientes subía ahora por unas escalinatas algo estrechas para su gusto. Se veía obligado a plegar sus hermosas alas para que no rozasen contra las paredes rugosas. Los techos de aquéllos pasillos representaban un cielo nocturno plagado de pequeñas estrellas que parecían parpadear a su paso.
Por fin las prolongadas y tediosas escaleras acabaron para dar paso a una amplia estancia, cuya apariencia recordaba a algún tipo de templo fenicio… repleta de columnas colocadas en semcírculo en torno a una especie de roca de algún mineral color azul eléctrico. Las paredes eran muy altas, y a pesar de lo amplia que era la estancia y de su bóveda descubierta daba la sensación de estar dentro de un prisma. Numerosas pinturas que representaban hechos y batallas libradas decoraban las pareces de toda la estancia, y en cada columna había adherido un trono labrado en roca volcánica.
En el centro se encontraba un asiento cuyo aspecto era más imponente al resto… puesto que era el lugar del consejo que ocupaba el dios Supremo. El suelo de la estancia resplandecía tanto que parecieses estar caminando sobre un espejo… pero lo más imponente de todo era el consejo y todas las personas honorables que lo formaban.
Algunos humanos están equivocados al pensar que solamente existe un dios, que está asistido por su cortejo de ángeles bondadosos. En el limbo superior el término ángel y el término dios son meros sinónimos. Por supuesto que existen diferentes rangos de poder, dioses superiores a otros… y el dios Supremo, Auxiel, es el ángel más poderoso, aquel que rige la mitad del limbo superior.
El dios menor pasó la vista sobre aquellos asientos que estaban ocupados por tan ilustres gentes, situados ahora justo en frente suyo. Reconoció a algunos de los presentes… no por su propio mandato, sino por las historias y batallas narradas que todo ángel que se precie debía conocer. Entre ellos solamente se sentaba una mujer… un número relativamente bajo si tenemos en cuenta que el consejo estaba constituído por cinco personas, incluyendo Auxiel, actual dios Supremo.
Cada uno de los anteriores dioses Supremos que constituían el consejo era conocido por un título impuesto por su pueblo durante su mandato, y la diosa Cahalise de cabellos y ojos color miel y labios sonrosados, tan dulce en apariencia, se ganó tu título a base de sangre, sufrimiento y dolor… no necesariamente suyos, por supuesto.
La “Madre de hombres” fue demasiado ingenua y benevolente al principio de su reinado. Fue engañada y traicionada por el simple hecho de ser mujer, hasta el punto de verse obligada a tomar medidas drásticas, desencadenando el Bobtailen.
La esencia de un dios reside en sus alas, al ser estos desprovistos de ellas se convierten en mortales, seres débiles sin ningún poder aparente. Un ángel al que le han amputado las alas deja para siempre de ser un ente divino. Pierde su fuerza física, su rapidez, sus dones… e incluso gran parte de la memoria de lo que un día fue. A raíz de esta serie de batallas ya mencionadas es como Cahalise se ganó su sobrenombre.
Pero no por el hecho de ser la Madre de hombres es que fue la primera diosa Suprema…fue la segunda de ellos.
Poco se puede decir de su predecesor, puesto que nadie conoce su nombre y a penas se manifiesta en las reuniones del consejo... es un alma en pena, únicamente su cuerpo está a la vista de los demás, pero de su mente y su espíritu no se puede decir lo mismo. Tiene aspecto de ser un hombre consumido, sus ojos son marrones pero están apagados, y a pesar de aparentar cuarenta años una espesa barba no deja ver su rostro.
Simplemente se conoce de su mandato que se enamoró perdidamente de un ente del bando contrario… un auténtico amor prohibido, y aquello lo atormenta desde entonces como unas cadenas atadas alrededor de sus pies que al moverse articulan lamentos. Por aquella negligencia hay una especie de maldición, que obliga a todos los miembros del consejo a permanecer en el Palacio Celeste, la morada de los dioses de la mitad del limbo superior… a no salir de allí jamás.
El mensajero de los dioses apartó la mirada de los miembros del consejo y salió de sus cavilaciones. Acto seguido hincó su rodilla en el suelo como símbolo de respeto. “Señor, ten piedad.” Pensó como último recurso.
Capítulo 4
El esperado timbre que anunciaba la hora del recreo sonaba. Y mientras que todos los alumnos recogían sus libros apresuradamente entre risas y bromas, se encaminaban hacia la salida. Pero una chica permanecía quieta en su asiento sin inmutarse de que la clase había concluido si quiera… absorta en sus pensamientos. Tenía la vista fija en el libro de historia que había, todavía abierto, sobre su mesa… observando las pequeñas letras impresas pero sin fijarse en lo que significaban.
“Luna…” pensó mientras que soltaba un largo suspiro. “¿Dónde estarás ahora?” Un sentimiento cercano a la decepción y a la tristeza ocupaba la mente de Lucía. Hacía cuatro días que se había cambiado de aula para poder estar con Luna, la persona a la que conoció al llegar a la ciudad, y desde entonces ésta no había vuelto a aparecer por el instituto. No dejaba de pensar en la última conversación que habían tenido, y en cómo se marchó precipitadamente, dejándola con la frase entre los labios… se planteaba si había sido buena idea pedir el traslado de clase.
¿Se habría ido porque se sintió ofendida y pensó que Lucía se iba a poner de parte de aquél chico? ¿O por el contrario su presencia le incomodaba sobremanera y pensaba que la estaba atosigando? Esas y otras cuestiones son las que se planteaba constantemente sin poder remediarlo, a sabiendas de que no iba a obtener conclusiones claras a no ser que hablase con Luna, cosa que por supuesto no podía hacer.
— ¿Lucía…?—La chica levantó la vista y vio a un chico en frente suyo… el mismo chico que había llamado “Lunática” a luna justo el día que desapareció. —Llevo un buen rato hablándote, ¿En qué mundo estás?
—Perdoname Jaime… ¿Qué decías?
Una chica se acercó hasta ellos… su pelo era una cascada dorada que caía hasta media espalda, el cual llevaba recogido con una diadema con piedrecitas de colores incrustadas. Era guapa, con los labios carnosos y los ojos marrón claro, por lo demás vestía el mismo triste uniforme que todas las chicas allí… aunque su falda era algo más corta de lo reglamentario.
— ¿Todavía no has recogido tus cosas? —Dijo mientras pasaba la vista por el pupitre de Lucía. —A este paso va a terminar el descanso antes de que salgamos nosotros a almorzar.
—Esto, yo…—comenzó a tartamudear—lo siento Yanine, hoy estoy algo distraída… en seguida recojo.
Metió todas sus cosas en la mochila tan rápido que ni siquiera se molestó en ordenarlas. A continuación salieron los tres a la calle y se encaminaron hacia un parque cercano al centro. Los rayos del sol de la mañana incidían sobre la verde hierba haciéndola brillar con intensidad y los rosales de distintos colores alegraban todavía más si cabe la visión del parque en esa estación del año. Rodearon el lago cristalino lleno de patos y otros tipos de aves acuáticas y se reunieron con los demás chicos y chicas del grupito de amigos, que estaban sentados en el césped bajo la sombra de unos árboles.
Todos saludaron a los recién llegados, que se sentaron con ellos en la sombra. Era un grupo de amigos alegre y ruidoso, en el que habían varias conversaciones abiertas. Por un lado una chica pequeña y vivaracha estaba contando la genial tarde de compras del día anterior, dando detalles sobre las prendas que se había comprado y demás… por otro unos chavales comentaban lo genial que sería ir todos de vacaciones un par de semanas a una casa rural y hacer una fiesta.
—La lleváis clara si pensáis que mis padres me dejarían irme un fin de semana completo fuera de su alcance… y para colmo con chicos de por medio. —Dijo Yanine uniéndose a la conversación.
— ¿Y desde cuándo te importa lo que piensen tus padres? Siempre puedes decirles que te vas a casa de Sara… si no me equivoco ya lo hiciste alguna vez. —Añadió un chico alto con los ojos color miel entre risas.
— ¿Qué yo qué…? ¿Qué has dicho de mí, Miguel? —Intervino la aludida rápidamente dejando a medio la descripción de un vestido verde con flores… al volver la cabeza bruscamente le dio un latigazo en la cara con su pelo castaño y ondulado recogido en un jopo a la chica que tenía a su lado, y con eso empezaron todos a pelearse como niños.
Mientras tanto Jaime, que estaba sentado al lado de Luz, devoraba su bocata de tortilla de patatas sin prestarles demasiada atención a los demás. Os preguntareis por qué Lucía y él se habían vuelto amigos cuando Jaime era la primera persona de la clase que siempre estaba molestando a Luna constantemente… (Incluso sabiendo la simpatía que ella le tenía). Bueno, las personas se comportan de manera diferente en situaciones –e incluso con gente- diferente, y lo cierto es que a su parecer él se había comportado muy bien con ella desde un principio… no tenía motivos para rechazar su amistad.
Jaime apartó el bocadillo y se quedó contemplando cómo Lucía le daba sorbitos al batido que tenía entre las manos sin mucho ánimo, jugueteando con la caña. Se acercó un poco más a ella y le apartó el pelo de la cara, colocándoselo tras la oreja.
— Vamos… cuéntame lo que te pasa. — Dijo en voz baja— Llevas todo el día muy pensativa…
Apartó los labios del batido y lo miró a los ojos… realmente parecía preocupado por ella. Miró al resto de sus amigos y se dio cuenta de que seguiían discutiendo la idea de irse todos juntos el fin de semana.
—Verás…—comenzó dubitativa— es por Luna. Llevo sin verla desde el día en que el jefe de estudios anunció mi cambio de clase, y estoy algo preocupada por ella ¿Le habrá pasado algo?
— No entiendo tu preocupación por la lunática… al fin y al cabo ahora eres de nuestro grupo, nos tienes a nosotros. —Dijo revolviendo su pelo negro despeinado tras un largo suspiro. —Si te sirve de consuelo… esa chica siempre está enferma, si no es por una cosa es por la otra. Ha pasado desde indigestiones estomacales en el hospital hasta roturas de huesos, suele faltar bastante a clase… es una floja.
—Pero se fue tan apresurada el otro día… ¿Crees en serio que pueda estar enferma?
—Mira, no lo sé. Pero sigo sin comprender tu simpatía hacia ella… no te conviene, es arisca y agresiva. Mejor si te alej…
—Parejita ¿Estáis escuchando? —Dijo Sara, la chica alegre interrumpiendo su conversación. —Como a algunos de nosotros no nos dejarían irnos a una casa rural todo el fin de semana hemos quedado en hacer una fiesta en el chalet de Yanine el sábado. Luz ¿Crees que podrás venir?
Ambos se sonrojaron con el comentario de su amiga, así que Lucía se apartó un poco de donde estaba Jaime, mientras este fingía no haber escuchado nada…
—Por mí no hay problema, mis padres son bastante abiertos a este tipo de cosas.
— ¡Genial! —Exclamó Miguel emocionado. — Ya solo nos falta ultimar los detalles.
Y con eso, oyeron a lo lejos la campana que anunciaba el final del recreo, así que se encaminaron hacia el instituto para retomar sus lecciones. Pero Lucía seguía intranquila por la conversación que había mantenido con Jaime.
“Luna… ¿De verdad estarás enferma?”
El esperado timbre que anunciaba la hora del recreo sonaba. Y mientras que todos los alumnos recogían sus libros apresuradamente entre risas y bromas, se encaminaban hacia la salida. Pero una chica permanecía quieta en su asiento sin inmutarse de que la clase había concluido si quiera… absorta en sus pensamientos. Tenía la vista fija en el libro de historia que había, todavía abierto, sobre su mesa… observando las pequeñas letras impresas pero sin fijarse en lo que significaban.
“Luna…” pensó mientras que soltaba un largo suspiro. “¿Dónde estarás ahora?” Un sentimiento cercano a la decepción y a la tristeza ocupaba la mente de Lucía. Hacía cuatro días que se había cambiado de aula para poder estar con Luna, la persona a la que conoció al llegar a la ciudad, y desde entonces ésta no había vuelto a aparecer por el instituto. No dejaba de pensar en la última conversación que habían tenido, y en cómo se marchó precipitadamente, dejándola con la frase entre los labios… se planteaba si había sido buena idea pedir el traslado de clase.
¿Se habría ido porque se sintió ofendida y pensó que Lucía se iba a poner de parte de aquél chico? ¿O por el contrario su presencia le incomodaba sobremanera y pensaba que la estaba atosigando? Esas y otras cuestiones son las que se planteaba constantemente sin poder remediarlo, a sabiendas de que no iba a obtener conclusiones claras a no ser que hablase con Luna, cosa que por supuesto no podía hacer.
— ¿Lucía…?—La chica levantó la vista y vio a un chico en frente suyo… el mismo chico que había llamado “Lunática” a luna justo el día que desapareció. —Llevo un buen rato hablándote, ¿En qué mundo estás?
—Perdoname Jaime… ¿Qué decías?
Una chica se acercó hasta ellos… su pelo era una cascada dorada que caía hasta media espalda, el cual llevaba recogido con una diadema con piedrecitas de colores incrustadas. Era guapa, con los labios carnosos y los ojos marrón claro, por lo demás vestía el mismo triste uniforme que todas las chicas allí… aunque su falda era algo más corta de lo reglamentario.
— ¿Todavía no has recogido tus cosas? —Dijo mientras pasaba la vista por el pupitre de Lucía. —A este paso va a terminar el descanso antes de que salgamos nosotros a almorzar.
—Esto, yo…—comenzó a tartamudear—lo siento Yanine, hoy estoy algo distraída… en seguida recojo.
Metió todas sus cosas en la mochila tan rápido que ni siquiera se molestó en ordenarlas. A continuación salieron los tres a la calle y se encaminaron hacia un parque cercano al centro. Los rayos del sol de la mañana incidían sobre la verde hierba haciéndola brillar con intensidad y los rosales de distintos colores alegraban todavía más si cabe la visión del parque en esa estación del año. Rodearon el lago cristalino lleno de patos y otros tipos de aves acuáticas y se reunieron con los demás chicos y chicas del grupito de amigos, que estaban sentados en el césped bajo la sombra de unos árboles.
Todos saludaron a los recién llegados, que se sentaron con ellos en la sombra. Era un grupo de amigos alegre y ruidoso, en el que habían varias conversaciones abiertas. Por un lado una chica pequeña y vivaracha estaba contando la genial tarde de compras del día anterior, dando detalles sobre las prendas que se había comprado y demás… por otro unos chavales comentaban lo genial que sería ir todos de vacaciones un par de semanas a una casa rural y hacer una fiesta.
—La lleváis clara si pensáis que mis padres me dejarían irme un fin de semana completo fuera de su alcance… y para colmo con chicos de por medio. —Dijo Yanine uniéndose a la conversación.
— ¿Y desde cuándo te importa lo que piensen tus padres? Siempre puedes decirles que te vas a casa de Sara… si no me equivoco ya lo hiciste alguna vez. —Añadió un chico alto con los ojos color miel entre risas.
— ¿Qué yo qué…? ¿Qué has dicho de mí, Miguel? —Intervino la aludida rápidamente dejando a medio la descripción de un vestido verde con flores… al volver la cabeza bruscamente le dio un latigazo en la cara con su pelo castaño y ondulado recogido en un jopo a la chica que tenía a su lado, y con eso empezaron todos a pelearse como niños.
Mientras tanto Jaime, que estaba sentado al lado de Luz, devoraba su bocata de tortilla de patatas sin prestarles demasiada atención a los demás. Os preguntareis por qué Lucía y él se habían vuelto amigos cuando Jaime era la primera persona de la clase que siempre estaba molestando a Luna constantemente… (Incluso sabiendo la simpatía que ella le tenía). Bueno, las personas se comportan de manera diferente en situaciones –e incluso con gente- diferente, y lo cierto es que a su parecer él se había comportado muy bien con ella desde un principio… no tenía motivos para rechazar su amistad.
Jaime apartó el bocadillo y se quedó contemplando cómo Lucía le daba sorbitos al batido que tenía entre las manos sin mucho ánimo, jugueteando con la caña. Se acercó un poco más a ella y le apartó el pelo de la cara, colocándoselo tras la oreja.
— Vamos… cuéntame lo que te pasa. — Dijo en voz baja— Llevas todo el día muy pensativa…
Apartó los labios del batido y lo miró a los ojos… realmente parecía preocupado por ella. Miró al resto de sus amigos y se dio cuenta de que seguiían discutiendo la idea de irse todos juntos el fin de semana.
—Verás…—comenzó dubitativa— es por Luna. Llevo sin verla desde el día en que el jefe de estudios anunció mi cambio de clase, y estoy algo preocupada por ella ¿Le habrá pasado algo?
— No entiendo tu preocupación por la lunática… al fin y al cabo ahora eres de nuestro grupo, nos tienes a nosotros. —Dijo revolviendo su pelo negro despeinado tras un largo suspiro. —Si te sirve de consuelo… esa chica siempre está enferma, si no es por una cosa es por la otra. Ha pasado desde indigestiones estomacales en el hospital hasta roturas de huesos, suele faltar bastante a clase… es una floja.
—Pero se fue tan apresurada el otro día… ¿Crees en serio que pueda estar enferma?
—Mira, no lo sé. Pero sigo sin comprender tu simpatía hacia ella… no te conviene, es arisca y agresiva. Mejor si te alej…
—Parejita ¿Estáis escuchando? —Dijo Sara, la chica alegre interrumpiendo su conversación. —Como a algunos de nosotros no nos dejarían irnos a una casa rural todo el fin de semana hemos quedado en hacer una fiesta en el chalet de Yanine el sábado. Luz ¿Crees que podrás venir?
Ambos se sonrojaron con el comentario de su amiga, así que Lucía se apartó un poco de donde estaba Jaime, mientras este fingía no haber escuchado nada…
—Por mí no hay problema, mis padres son bastante abiertos a este tipo de cosas.
— ¡Genial! —Exclamó Miguel emocionado. — Ya solo nos falta ultimar los detalles.
Y con eso, oyeron a lo lejos la campana que anunciaba el final del recreo, así que se encaminaron hacia el instituto para retomar sus lecciones. Pero Lucía seguía intranquila por la conversación que había mantenido con Jaime.
“Luna… ¿De verdad estarás enferma?”
Capítulo 5
El atardecer… ese período de tiempo en el que el astro rey atraviesa el plano del horizonte y pasa del hemisferio visible al no visible, ese momento del día en el que las nubes toman el color de la pasión desenfrenada debido al ángulo de los rayos solares para más tarde dar lugar a la creciente noche.
Lucía se encontraba sentada en el mirador de la ciudad observando el horizonte, extrañamente estaba sonriendo. Lo cierto es que le agradaba mucho la ciudad… incluso el clima extremista típico de allí tenía su encanto; un clima de tipo continental seco con veranos cálidos en los que se pueden alcanzar temperaturas de 39º C, mientras que tenía unos inviernos bastante crudos: en los peores días, la temperatura podía llegar a los -10º C… por su parte, las lluvias eran algo bastante escaso, concentradas únicamente en primavera y otoño. Por supuesto todo ello era lo que le habían contado sus recientes amigos sobre el lugar en el que probablemente residiría durante una larga temporada, puesto que ella solamente había llegado a ver la primavera. Pero lo mirase por donde lo mirase a ella le parecía hermoso...
Desde el mirador se podía ver toda la ciudad y los alrededores de ésta. No era un lugar muy grande… pero contaba con muchos campos de cultivo a su alrededor, en general de árboles de secano y colindaba con un pequeño bosque bastante espeso en el que uno podía perderse sin dificultad. La ciudad estaba compuesta en su mayoría por casitas de dos plantas con jardín trasero, los edificios no eran abundantes y casi todos estaban relacionados con alguna empresa de oficinas. La localidad tenía varios parques, todos ellos con abundante hierba, columpios para los niños pequeños, árboles frondosos que brindaban sombra en los días calurosos y algún lago plagado de aves acuáticas. Las calles tenían esas farolas altas de metal envejecido por los años y los agentes del clima, características del alumbrado público tan necesario en invierno donde la noche acecha con más frecuencia y es peligroso caminar por ellas a solas, y el suelo estaba compuesto por bloques de piedra de tonos terrosos, otorgándole a la ciudad un aspecto rústico y gastado.
Pero había algo en esa ciudad que le impulsaba a querer estar ahí por siempre ¿El qué? Bonita cuestión… lo desconocía por completo. Sus gentes quizás, no lo sabía a ciencia cierta. Pero había un sentimiento cálido en ella que la impulsaba a hacer cosas que ella misma sabía que no podría hacer de otro modo ¿Qué acciones eran esas? Tampoco lo sabía… se sentía perdida, sintiendo algo que no sabía qué rayos era. A veces la mente humana es como un laberinto… inescrutable, inentendible. En ocasiones lo importante es entenderse a uno mismo por encima de todo lo demás, pero cuando ni eso puedes lograr te sientes huérfano de ti mismo, huérfano de comprensión, solo, aislado…
Miró el reloj y comprendió que se hacía tarde. Tenía una empresa que llevar a cabo, y estaba decidida a no desaprovechar la oportunidad. Esa misma mañana quedó intranquila con la conversación que tuvo con su amigo Jaime sobre Luna… no podía sacarse a ésta de la cabeza. ¿Por qué era tan cerrada y arisca? ¿Le habría ocurrido algo en su pasado que la hacía comportarse así? Quería saberlo… en verdad Luz era una chica demasiado curiosa, pero no era simple curiosidad lo que la motivaba a ello, le atraía la gente arisca… para ella era como un reto. Y cuanto más se interesaba por una persona y más empeño ponía dicha persona en apartarla de su lado mayor era el sentimiento de cercanía que le tenía. Quizás fuese porque ella era demasiado cariñosa… su modo de ver la vida era, en general, que las personas necesitan el cariño para vivir tanto o más que el aire que respiraban, y si podía brindarle ese cariño a personas que lo necesitaban realmente su vida tendría sentido. Es difícil de comprender, lo sé… pero Lucía era de ese modo, y para más inri era la persona más cabezota del planeta. Como solía repetirse a sí misma: “El que la sigue la consigue.”
Tras haber acabado las clases de la mañana Lucía decidió ir a hablar con el tutor de su curso para que éste le proporcionase la dirección de la casa de Luna alegando que estaba enferma y no era bueno que prácticamente en la última recta del curso escolar perdiese tantas lecciones. Se comprometió a ir a visitarla a su casa y a llevarle todos los apuntes que habían visto en clase los días anteriores, además de los ejercicios y las fechas de los exámenes. El tutor no estaba muy convencido de que fuese conveniente dar datos sobre el alumnado así porque sí, pero ante la insistencia de la chica –que no fue poca– y vistas sus buenas intenciones finalmente cedió.
Todo ello, por supuesto, fue simplemente una excusa… le llevaría lo pactado con el tutor, pero su motivo principal era simplemente verla y saber de ella. Aunque hubiese conseguido la dirección de Luna por otros medios –ni ella misma se imaginaba cuáles podrían ser dichos medios, pero a perseverante no le ganaba nadie– si hubiese ido a molestarla a su casa sin una buena excusa probablemente le hubiese cerrado la puerta en las narices sin mayor explicación. La conocía bien… o al menos creía conocer a la gente como ella ¿cómo era ella? Un misterio…
Luna vivía en el lado opuesto de la ciudad donde se encontraba el instituto, prácticamente a las afueras. Luz leyó el papel donde tenía anotada la dirección proporcionada por su tutor: “Calle de las Amapolas Nº12”. Se encaminó hacia el lugar sonriente tarareando una canción, probablemente de algún anuncio que había escuchado recientemente en el televisor… esos malditos anuncios eran pegadizos. Rió a carcajadas sin saber muy bien por qué mientras que una pareja de ancianos que andaba paseando la miraban extrañados, era como una niña pequeña.
Por fin divisó el letrero donde rezaba el nombre de la calle y comenzó a buscar con la mirada la verja de la casa número doce. Caminó dando pequeños saltitos con la emoción reprimida hasta encontrar la casa que tanto ansiaba ver y comenzó a escoger las palabras adecuadas para explicar su presencia allí.
—No puede ser… —Se dijo a sí misma entre extrañada y confundida.
Volvió a comprobar lo que el tutor le había dejado escrito en la nota… “Calle de las Amapolas Nº12”. Aquella dirección no podía estar bien, pero lo cierto es que antes de que el profesor dejase escritas sus indicaciones lo hizo cerciorarse varias veces para no darle una dirección errónea. Tenía que estar bien, debía estarlo… pero al mismo tiempo no podía ser posible.
La casa frente a la que se encontraba tenía la verja oxidada, las baldosas estaban llenas de moho y las malas hierbas invadían el suelo. Decidió entrar… pero al encontrarse frente a la fachada encontró una puerta con la pintura descorchada y todas las persianas bajadas hasta el tope, sucias, llenas de polvo. Se sintió engañada… esa casa debía estar poco menos que abandonada, estaba segura de que nadie la había pisado en años. Era prácticamente imposible que Luna pudiese vivir allí. ¿Habría dado una dirección errónea al instituto? Quizás se había mudado y no actualizó la vivienda en el registro, probablemente a propósito. Esa chica era un verdadero misterio… y Lucía se sentía cada vez más decepcionada.
Finalmente tras un largo suspiro y un último vistazo a la casa número doce se encaminó a casa, dejando el papel tirado en el suelo…
El atardecer… ese período de tiempo en el que el astro rey atraviesa el plano del horizonte y pasa del hemisferio visible al no visible, ese momento del día en el que las nubes toman el color de la pasión desenfrenada debido al ángulo de los rayos solares para más tarde dar lugar a la creciente noche.
Lucía se encontraba sentada en el mirador de la ciudad observando el horizonte, extrañamente estaba sonriendo. Lo cierto es que le agradaba mucho la ciudad… incluso el clima extremista típico de allí tenía su encanto; un clima de tipo continental seco con veranos cálidos en los que se pueden alcanzar temperaturas de 39º C, mientras que tenía unos inviernos bastante crudos: en los peores días, la temperatura podía llegar a los -10º C… por su parte, las lluvias eran algo bastante escaso, concentradas únicamente en primavera y otoño. Por supuesto todo ello era lo que le habían contado sus recientes amigos sobre el lugar en el que probablemente residiría durante una larga temporada, puesto que ella solamente había llegado a ver la primavera. Pero lo mirase por donde lo mirase a ella le parecía hermoso...
Desde el mirador se podía ver toda la ciudad y los alrededores de ésta. No era un lugar muy grande… pero contaba con muchos campos de cultivo a su alrededor, en general de árboles de secano y colindaba con un pequeño bosque bastante espeso en el que uno podía perderse sin dificultad. La ciudad estaba compuesta en su mayoría por casitas de dos plantas con jardín trasero, los edificios no eran abundantes y casi todos estaban relacionados con alguna empresa de oficinas. La localidad tenía varios parques, todos ellos con abundante hierba, columpios para los niños pequeños, árboles frondosos que brindaban sombra en los días calurosos y algún lago plagado de aves acuáticas. Las calles tenían esas farolas altas de metal envejecido por los años y los agentes del clima, características del alumbrado público tan necesario en invierno donde la noche acecha con más frecuencia y es peligroso caminar por ellas a solas, y el suelo estaba compuesto por bloques de piedra de tonos terrosos, otorgándole a la ciudad un aspecto rústico y gastado.
Pero había algo en esa ciudad que le impulsaba a querer estar ahí por siempre ¿El qué? Bonita cuestión… lo desconocía por completo. Sus gentes quizás, no lo sabía a ciencia cierta. Pero había un sentimiento cálido en ella que la impulsaba a hacer cosas que ella misma sabía que no podría hacer de otro modo ¿Qué acciones eran esas? Tampoco lo sabía… se sentía perdida, sintiendo algo que no sabía qué rayos era. A veces la mente humana es como un laberinto… inescrutable, inentendible. En ocasiones lo importante es entenderse a uno mismo por encima de todo lo demás, pero cuando ni eso puedes lograr te sientes huérfano de ti mismo, huérfano de comprensión, solo, aislado…
Miró el reloj y comprendió que se hacía tarde. Tenía una empresa que llevar a cabo, y estaba decidida a no desaprovechar la oportunidad. Esa misma mañana quedó intranquila con la conversación que tuvo con su amigo Jaime sobre Luna… no podía sacarse a ésta de la cabeza. ¿Por qué era tan cerrada y arisca? ¿Le habría ocurrido algo en su pasado que la hacía comportarse así? Quería saberlo… en verdad Luz era una chica demasiado curiosa, pero no era simple curiosidad lo que la motivaba a ello, le atraía la gente arisca… para ella era como un reto. Y cuanto más se interesaba por una persona y más empeño ponía dicha persona en apartarla de su lado mayor era el sentimiento de cercanía que le tenía. Quizás fuese porque ella era demasiado cariñosa… su modo de ver la vida era, en general, que las personas necesitan el cariño para vivir tanto o más que el aire que respiraban, y si podía brindarle ese cariño a personas que lo necesitaban realmente su vida tendría sentido. Es difícil de comprender, lo sé… pero Lucía era de ese modo, y para más inri era la persona más cabezota del planeta. Como solía repetirse a sí misma: “El que la sigue la consigue.”
Tras haber acabado las clases de la mañana Lucía decidió ir a hablar con el tutor de su curso para que éste le proporcionase la dirección de la casa de Luna alegando que estaba enferma y no era bueno que prácticamente en la última recta del curso escolar perdiese tantas lecciones. Se comprometió a ir a visitarla a su casa y a llevarle todos los apuntes que habían visto en clase los días anteriores, además de los ejercicios y las fechas de los exámenes. El tutor no estaba muy convencido de que fuese conveniente dar datos sobre el alumnado así porque sí, pero ante la insistencia de la chica –que no fue poca– y vistas sus buenas intenciones finalmente cedió.
Todo ello, por supuesto, fue simplemente una excusa… le llevaría lo pactado con el tutor, pero su motivo principal era simplemente verla y saber de ella. Aunque hubiese conseguido la dirección de Luna por otros medios –ni ella misma se imaginaba cuáles podrían ser dichos medios, pero a perseverante no le ganaba nadie– si hubiese ido a molestarla a su casa sin una buena excusa probablemente le hubiese cerrado la puerta en las narices sin mayor explicación. La conocía bien… o al menos creía conocer a la gente como ella ¿cómo era ella? Un misterio…
Luna vivía en el lado opuesto de la ciudad donde se encontraba el instituto, prácticamente a las afueras. Luz leyó el papel donde tenía anotada la dirección proporcionada por su tutor: “Calle de las Amapolas Nº12”. Se encaminó hacia el lugar sonriente tarareando una canción, probablemente de algún anuncio que había escuchado recientemente en el televisor… esos malditos anuncios eran pegadizos. Rió a carcajadas sin saber muy bien por qué mientras que una pareja de ancianos que andaba paseando la miraban extrañados, era como una niña pequeña.
Por fin divisó el letrero donde rezaba el nombre de la calle y comenzó a buscar con la mirada la verja de la casa número doce. Caminó dando pequeños saltitos con la emoción reprimida hasta encontrar la casa que tanto ansiaba ver y comenzó a escoger las palabras adecuadas para explicar su presencia allí.
—No puede ser… —Se dijo a sí misma entre extrañada y confundida.
Volvió a comprobar lo que el tutor le había dejado escrito en la nota… “Calle de las Amapolas Nº12”. Aquella dirección no podía estar bien, pero lo cierto es que antes de que el profesor dejase escritas sus indicaciones lo hizo cerciorarse varias veces para no darle una dirección errónea. Tenía que estar bien, debía estarlo… pero al mismo tiempo no podía ser posible.
La casa frente a la que se encontraba tenía la verja oxidada, las baldosas estaban llenas de moho y las malas hierbas invadían el suelo. Decidió entrar… pero al encontrarse frente a la fachada encontró una puerta con la pintura descorchada y todas las persianas bajadas hasta el tope, sucias, llenas de polvo. Se sintió engañada… esa casa debía estar poco menos que abandonada, estaba segura de que nadie la había pisado en años. Era prácticamente imposible que Luna pudiese vivir allí. ¿Habría dado una dirección errónea al instituto? Quizás se había mudado y no actualizó la vivienda en el registro, probablemente a propósito. Esa chica era un verdadero misterio… y Lucía se sentía cada vez más decepcionada.
Finalmente tras un largo suspiro y un último vistazo a la casa número doce se encaminó a casa, dejando el papel tirado en el suelo…
Capítulo 6
El consejo supremo parecía muy disgustado con el ángel portador de las funestas noticias, éste permanecía arrodillado con la cabeza gacha a la espera de que sus superiores le diesen permiso para proceder con las nuevas que traía, aunque ellos ya las conocían. Auxiel, el dios supremo estaba enfurecido por la poca eficacia de sus soldados, estaba de pie caminando de un lado para otro por delante de los tronos de piedra volcánica en los que se sentaban sus compañeros del consejo mientras que ellos lo miraban con el rostro impasible. El ángel inferior sudaba cada vez más y un calambre comenzaba a extenderse por su pierna debido a la mala postura, pero levantarse sin permiso en aquél momento podría ser un error fatal.
—Habla —se limitó a decirle.
Auxiel continuaba dando vueltas por la estancia. El ángel se levantó del suelo sin saber muy bien hacia dónde debía mirar ¿por qué le habían mandado a él a cumplir con ese cometido? Debió ser Harry, uno de los dos generales del ejército, quien se presentase para rendir cuentas ante el consejo. Se armó de valor, respiró profundamente y se dispuso a hablar.
—Señor, el enemigo avanza a un ritmo considerable y la brigada de rastreo que enviamos no ha dado con él todavía…—el dios supremo hizo un gesto cortante con la mano y le obligó a detenerse.
— ¿Cómo es posible que tras dos meses no hayáis hecho ningún avance? Me desesperáis… depositamos nuestra confianza en vosotros y nos lo habeis pagado de este modo. Ya hemos oído suficiente.
Un miembro del consejo; un hombre algo rudo que debía medir cerca de los dos metros de altura, de mandíbula cuadrada y prominente; vestido con una túnica que dejaba al descubierto su pecho lleno de cicatrices de batalla, se levantó de su asiento y se dirigió hacia Auxiel tomándolo por los hombros en un gesto tranquilizador. Era el predecesor del actual Supremo, Tesela, apodado por sus congéneres “El Señor de las nubes” por su técnica de combate aérea, que sin duda, fue decisiva para el bando de los seres eternos —forma por la que se llamaban a sí mismos para distinguirse de los Otros—. Obviamente por la maldición que pesaba sobre todos los dioses Supremos y los miembros del consejo que les impedía salir de la bóveda celeste Tesela no participó en ninguna de estas batallas, pero fue sin duda un gran estratega y nadie se atrevía a desmentirlo.
—No os habeis percatado todavía de la importancia que tiene el encontrar cuanto antes la brigada del bando luminoso que está causando tantos estragos —dijo dirigiendo su mirada hacia el pobre ángel que cáda vez se sentía más y más pequeño—. La seguridad de todos los humanos que pueblan las bajas tierras está en nuestras manos ya que ellos no tienen constancia de lo que ocurre a su alrededor ni poder para impedirlo.
Entonces el quinto ángel que componía el consejo se dispuso a tomar parte en la conversación. Éste era Gragnor, el sucesor de la Madre de Hombres. Pero Gragnor no se llevaba nada bien con Cahalise a pesar de haber sido elegido por ella para sucederle en el trono, por lo que se alegraba de no sentarse a su lado en el consejo. En todos los lugares existe una oveja negra y en este caso la oveja era él —una oveja tan negra como sus ojos tenebrosos y vacíos que para concluir con su aspecto intimidante, uno ellos estaba atravesado en diagonal por una blanca y enorme cicatriz—ya que durante los dos siglos que compusieron su reinado se comportó como un verdadero tirano. Sus leyes draconianas no fueron olvidadas tras el paso del tiempo, Gragnor era sin duda autoritario y déspota, nunca tomó en cuenta a los miembros del consejo y su derramamiento de sangre parecía no tener fin. Ha pasado a la historia como “Gragnor El Gentil”, título impuesto por sí mismo para lavar su nombre y que no corresponde para nada con la realidad.
—Hermanos— dijo moviendo las manos con lentitud y parsimonia—.Tantos soldados inútiles son totalmente innecesarios, yo voto por darles una lección que sirva para amedrentar al resto de ángeles. No podemos consentir que piensen que están dirigidos por un consejo débil…— fue acallado por la mirada fulminante de Auxiel.
La tensión era más que palpable, tanto que podría cortarse en rodajas con un cuchillo. La penetrante mirada de Auxiel era cuanto menos singular y tenía la habilidad de enmudecer a los demás con solo posarla sobre ellos. Poseía un ojo marrón mientras que el otro era de un intenso amarillo que contrastaba demasiado con sus rizos negros y su piel morena. Apodado “El ojo de Águila” por su buena vista para aprovechar las oportunidades, no pudo ser una opción mejor para sustituir a Tesela en el trono. Debido a su defecto en la vista algunos de los dioses inferiores lo apodaban “El Águila Tuerta”… cosa que por supuesto nadie se atrevería jamás a mencionar en su presencia por miedo a una represalia.
Y tras dedicarle una gran sonrisa y asentir con la cabeza se puso en pie e hizo una reverencia dirigida a los miembros restantes del consejo supremo tras la cual se marchó dando largos pero lentos pasos. Nada más salir por la puerta hacia las escalinatas que daban al exterior, la sala volvió a su temperatura habitual, y varios de los anteriores supremos dejaron escapar suspiros de alivio. El ángel que se encontraba todavía de pie en la estancia estaba perplejo por el trato que Auxiel le había dado, y más por el cariño de las palabras de ella, ya que no era solo el nombre lo único helado en ella, su personalidad era lo más frío de todo. ¿Cómo podría ella hacerse cargo de la situación si Harry no había conseguido nada en dos meses de rastreo? ¿En qué estaría pensando?
—Retírate— dijo Auxiel sin siquiera mirarle, y el dios menor hizo una rápida reverencia antes de salir de la sala como alma que lleva el diablo.
El consejo supremo parecía muy disgustado con el ángel portador de las funestas noticias, éste permanecía arrodillado con la cabeza gacha a la espera de que sus superiores le diesen permiso para proceder con las nuevas que traía, aunque ellos ya las conocían. Auxiel, el dios supremo estaba enfurecido por la poca eficacia de sus soldados, estaba de pie caminando de un lado para otro por delante de los tronos de piedra volcánica en los que se sentaban sus compañeros del consejo mientras que ellos lo miraban con el rostro impasible. El ángel inferior sudaba cada vez más y un calambre comenzaba a extenderse por su pierna debido a la mala postura, pero levantarse sin permiso en aquél momento podría ser un error fatal.
—Habla —se limitó a decirle.
Auxiel continuaba dando vueltas por la estancia. El ángel se levantó del suelo sin saber muy bien hacia dónde debía mirar ¿por qué le habían mandado a él a cumplir con ese cometido? Debió ser Harry, uno de los dos generales del ejército, quien se presentase para rendir cuentas ante el consejo. Se armó de valor, respiró profundamente y se dispuso a hablar.
—Señor, el enemigo avanza a un ritmo considerable y la brigada de rastreo que enviamos no ha dado con él todavía…—el dios supremo hizo un gesto cortante con la mano y le obligó a detenerse.
— ¿Cómo es posible que tras dos meses no hayáis hecho ningún avance? Me desesperáis… depositamos nuestra confianza en vosotros y nos lo habeis pagado de este modo. Ya hemos oído suficiente.
Un miembro del consejo; un hombre algo rudo que debía medir cerca de los dos metros de altura, de mandíbula cuadrada y prominente; vestido con una túnica que dejaba al descubierto su pecho lleno de cicatrices de batalla, se levantó de su asiento y se dirigió hacia Auxiel tomándolo por los hombros en un gesto tranquilizador. Era el predecesor del actual Supremo, Tesela, apodado por sus congéneres “El Señor de las nubes” por su técnica de combate aérea, que sin duda, fue decisiva para el bando de los seres eternos —forma por la que se llamaban a sí mismos para distinguirse de los Otros—. Obviamente por la maldición que pesaba sobre todos los dioses Supremos y los miembros del consejo que les impedía salir de la bóveda celeste Tesela no participó en ninguna de estas batallas, pero fue sin duda un gran estratega y nadie se atrevía a desmentirlo.
—No os habeis percatado todavía de la importancia que tiene el encontrar cuanto antes la brigada del bando luminoso que está causando tantos estragos —dijo dirigiendo su mirada hacia el pobre ángel que cáda vez se sentía más y más pequeño—. La seguridad de todos los humanos que pueblan las bajas tierras está en nuestras manos ya que ellos no tienen constancia de lo que ocurre a su alrededor ni poder para impedirlo.
Entonces el quinto ángel que componía el consejo se dispuso a tomar parte en la conversación. Éste era Gragnor, el sucesor de la Madre de Hombres. Pero Gragnor no se llevaba nada bien con Cahalise a pesar de haber sido elegido por ella para sucederle en el trono, por lo que se alegraba de no sentarse a su lado en el consejo. En todos los lugares existe una oveja negra y en este caso la oveja era él —una oveja tan negra como sus ojos tenebrosos y vacíos que para concluir con su aspecto intimidante, uno ellos estaba atravesado en diagonal por una blanca y enorme cicatriz—ya que durante los dos siglos que compusieron su reinado se comportó como un verdadero tirano. Sus leyes draconianas no fueron olvidadas tras el paso del tiempo, Gragnor era sin duda autoritario y déspota, nunca tomó en cuenta a los miembros del consejo y su derramamiento de sangre parecía no tener fin. Ha pasado a la historia como “Gragnor El Gentil”, título impuesto por sí mismo para lavar su nombre y que no corresponde para nada con la realidad.
—Hermanos— dijo moviendo las manos con lentitud y parsimonia—.Tantos soldados inútiles son totalmente innecesarios, yo voto por darles una lección que sirva para amedrentar al resto de ángeles. No podemos consentir que piensen que están dirigidos por un consejo débil…— fue acallado por la mirada fulminante de Auxiel.
La tensión era más que palpable, tanto que podría cortarse en rodajas con un cuchillo. La penetrante mirada de Auxiel era cuanto menos singular y tenía la habilidad de enmudecer a los demás con solo posarla sobre ellos. Poseía un ojo marrón mientras que el otro era de un intenso amarillo que contrastaba demasiado con sus rizos negros y su piel morena. Apodado “El ojo de Águila” por su buena vista para aprovechar las oportunidades, no pudo ser una opción mejor para sustituir a Tesela en el trono. Debido a su defecto en la vista algunos de los dioses inferiores lo apodaban “El Águila Tuerta”… cosa que por supuesto nadie se atrevería jamás a mencionar en su presencia por miedo a una represalia.
Y tras dedicarle una gran sonrisa y asentir con la cabeza se puso en pie e hizo una reverencia dirigida a los miembros restantes del consejo supremo tras la cual se marchó dando largos pero lentos pasos. Nada más salir por la puerta hacia las escalinatas que daban al exterior, la sala volvió a su temperatura habitual, y varios de los anteriores supremos dejaron escapar suspiros de alivio. El ángel que se encontraba todavía de pie en la estancia estaba perplejo por el trato que Auxiel le había dado, y más por el cariño de las palabras de ella, ya que no era solo el nombre lo único helado en ella, su personalidad era lo más frío de todo. ¿Cómo podría ella hacerse cargo de la situación si Harry no había conseguido nada en dos meses de rastreo? ¿En qué estaría pensando?
—Retírate— dijo Auxiel sin siquiera mirarle, y el dios menor hizo una rápida reverencia antes de salir de la sala como alma que lleva el diablo.