Capítulo 4
El esperado timbre que anunciaba la hora del recreo sonaba. Y mientras que todos los alumnos recogían sus libros apresuradamente entre risas y bromas, se encaminaban hacia la salida. Pero una chica permanecía quieta en su asiento sin inmutarse de que la clase había concluido si quiera… absorta en sus pensamientos. Tenía la vista fija en el libro de historia que había, todavía abierto, sobre su mesa… observando las pequeñas letras impresas pero sin fijarse en lo que significaban.
“Luna…” pensó mientras que soltaba un largo suspiro. “¿Dónde estarás ahora?” Un sentimiento cercano a la decepción y a la tristeza ocupaba la mente de Lucía. Hacía cuatro días que se había cambiado de aula para poder estar con Luna, la persona a la que conoció al llegar a la ciudad, y desde entonces ésta no había vuelto a aparecer por el instituto. No dejaba de pensar en la última conversación que habían tenido, y en cómo se marchó precipitadamente, dejándola con la frase entre los labios… se planteaba si había sido buena idea pedir el traslado de clase.
¿Se habría ido porque se sintió ofendida y pensó que Lucía se iba a poner de parte de aquél chico? ¿O por el contrario su presencia le incomodaba sobremanera y pensaba que la estaba atosigando? Esas y otras cuestiones son las que se planteaba constantemente sin poder remediarlo, a sabiendas de que no iba a obtener conclusiones claras a no ser que hablase con Luna, cosa que por supuesto no podía hacer.
— ¿Lucía…?—La chica levantó la vista y vio a un chico en frente suyo… el mismo chico que había llamado “Lunática” a luna justo el día que desapareció. —Llevo un buen rato hablándote, ¿En qué mundo estás?
—Perdoname Jaime… ¿Qué decías?
Una chica se acercó hasta ellos… su pelo era una cascada dorada que caía hasta media espalda, el cual llevaba recogido con una diadema con piedrecitas de colores incrustadas. Era guapa, con los labios carnosos y los ojos marrón claro, por lo demás vestía el mismo triste uniforme que todas las chicas allí… aunque su falda era algo más corta de lo reglamentario.
— ¿Todavía no has recogido tus cosas? —Dijo mientras pasaba la vista por el pupitre de Lucía. —A este paso va a terminar el descanso antes de que salgamos nosotros a almorzar.
—Esto, yo…—comenzó a tartamudear—lo siento Yanine, hoy estoy algo distraída… en seguida recojo.
Metió todas sus cosas en la mochila tan rápido que ni siquiera se molestó en ordenarlas. A continuación salieron los tres a la calle y se encaminaron hacia un parque cercano al centro. Los rayos del sol de la mañana incidían sobre la verde hierba haciéndola brillar con intensidad y los rosales de distintos colores alegraban todavía más si cabe la visión del parque en esa estación del año. Rodearon el lago cristalino lleno de patos y otros tipos de aves acuáticas y se reunieron con los demás chicos y chicas del grupito de amigos, que estaban sentados en el césped bajo la sombra de unos árboles.
Todos saludaron a los recién llegados, que se sentaron con ellos en la sombra. Era un grupo de amigos alegre y ruidoso, en el que habían varias conversaciones abiertas. Por un lado una chica pequeña y vivaracha estaba contando la genial tarde de compras del día anterior, dando detalles sobre las prendas que se había comprado y demás… por otro unos chavales comentaban lo genial que sería ir todos de vacaciones un par de semanas a una casa rural y hacer una fiesta.
—La lleváis clara si pensáis que mis padres me dejarían irme un fin de semana completo fuera de su alcance… y para colmo con chicos de por medio. —Dijo Yanine uniéndose a la conversación.
— ¿Y desde cuándo te importa lo que piensen tus padres? Siempre puedes decirles que te vas a casa de Sara… si no me equivoco ya lo hiciste alguna vez. —Añadió un chico alto con los ojos color miel entre risas.
— ¿Qué yo qué…? ¿Qué has dicho de mí, Miguel? —Intervino la aludida rápidamente dejando a medio la descripción de un vestido verde con flores… al volver la cabeza bruscamente le dio un latigazo en la cara con su pelo castaño y ondulado recogido en un jopo a la chica que tenía a su lado, y con eso empezaron todos a pelearse como niños.
Mientras tanto Jaime, que estaba sentado al lado de Luz, devoraba su bocata de tortilla de patatas sin prestarles demasiada atención a los demás. Os preguntareis por qué Lucía y él se habían vuelto amigos cuando Jaime era la primera persona de la clase que siempre estaba molestando a Luna constantemente… (Incluso sabiendo la simpatía que ella le tenía). Bueno, las personas se comportan de manera diferente en situaciones –e incluso con gente- diferente, y lo cierto es que a su parecer él se había comportado muy bien con ella desde un principio… no tenía motivos para rechazar su amistad.
Jaime apartó el bocadillo y se quedó contemplando cómo Lucía le daba sorbitos al batido que tenía entre las manos sin mucho ánimo, jugueteando con la caña. Se acercó un poco más a ella y le apartó el pelo de la cara, colocándoselo tras la oreja.
— Vamos… cuéntame lo que te pasa. — Dijo en voz baja— Llevas todo el día muy pensativa…
Apartó los labios del batido y lo miró a los ojos… realmente parecía preocupado por ella. Miró al resto de sus amigos y se dio cuenta de que seguiían discutiendo la idea de irse todos juntos el fin de semana.
—Verás…—comenzó dubitativa— es por Luna. Llevo sin verla desde el día en que el jefe de estudios anunció mi cambio de clase, y estoy algo preocupada por ella ¿Le habrá pasado algo?
— No entiendo tu preocupación por la lunática… al fin y al cabo ahora eres de nuestro grupo, nos tienes a nosotros. —Dijo revolviendo su pelo negro despeinado tras un largo suspiro. —Si te sirve de consuelo… esa chica siempre está enferma, si no es por una cosa es por la otra. Ha pasado desde indigestiones estomacales en el hospital hasta roturas de huesos, suele faltar bastante a clase… es una floja.
—Pero se fue tan apresurada el otro día… ¿Crees en serio que pueda estar enferma?
—Mira, no lo sé. Pero sigo sin comprender tu simpatía hacia ella… no te conviene, es arisca y agresiva. Mejor si te alej…
—Parejita ¿Estáis escuchando? —Dijo Sara, la chica alegre interrumpiendo su conversación. —Como a algunos de nosotros no nos dejarían irnos a una casa rural todo el fin de semana hemos quedado en hacer una fiesta en el chalet de Yanine el sábado. Luz ¿Crees que podrás venir?
Ambos se sonrojaron con el comentario de su amiga, así que Lucía se apartó un poco de donde estaba Jaime, mientras este fingía no haber escuchado nada…
—Por mí no hay problema, mis padres son bastante abiertos a este tipo de cosas.
— ¡Genial! —Exclamó Miguel emocionado. — Ya solo nos falta ultimar los detalles.
Y con eso, oyeron a lo lejos la campana que anunciaba el final del recreo, así que se encaminaron hacia el instituto para retomar sus lecciones. Pero Lucía seguía intranquila por la conversación que había mantenido con Jaime.
“Luna… ¿De verdad estarás enferma?”
El esperado timbre que anunciaba la hora del recreo sonaba. Y mientras que todos los alumnos recogían sus libros apresuradamente entre risas y bromas, se encaminaban hacia la salida. Pero una chica permanecía quieta en su asiento sin inmutarse de que la clase había concluido si quiera… absorta en sus pensamientos. Tenía la vista fija en el libro de historia que había, todavía abierto, sobre su mesa… observando las pequeñas letras impresas pero sin fijarse en lo que significaban.
“Luna…” pensó mientras que soltaba un largo suspiro. “¿Dónde estarás ahora?” Un sentimiento cercano a la decepción y a la tristeza ocupaba la mente de Lucía. Hacía cuatro días que se había cambiado de aula para poder estar con Luna, la persona a la que conoció al llegar a la ciudad, y desde entonces ésta no había vuelto a aparecer por el instituto. No dejaba de pensar en la última conversación que habían tenido, y en cómo se marchó precipitadamente, dejándola con la frase entre los labios… se planteaba si había sido buena idea pedir el traslado de clase.
¿Se habría ido porque se sintió ofendida y pensó que Lucía se iba a poner de parte de aquél chico? ¿O por el contrario su presencia le incomodaba sobremanera y pensaba que la estaba atosigando? Esas y otras cuestiones son las que se planteaba constantemente sin poder remediarlo, a sabiendas de que no iba a obtener conclusiones claras a no ser que hablase con Luna, cosa que por supuesto no podía hacer.
— ¿Lucía…?—La chica levantó la vista y vio a un chico en frente suyo… el mismo chico que había llamado “Lunática” a luna justo el día que desapareció. —Llevo un buen rato hablándote, ¿En qué mundo estás?
—Perdoname Jaime… ¿Qué decías?
Una chica se acercó hasta ellos… su pelo era una cascada dorada que caía hasta media espalda, el cual llevaba recogido con una diadema con piedrecitas de colores incrustadas. Era guapa, con los labios carnosos y los ojos marrón claro, por lo demás vestía el mismo triste uniforme que todas las chicas allí… aunque su falda era algo más corta de lo reglamentario.
— ¿Todavía no has recogido tus cosas? —Dijo mientras pasaba la vista por el pupitre de Lucía. —A este paso va a terminar el descanso antes de que salgamos nosotros a almorzar.
—Esto, yo…—comenzó a tartamudear—lo siento Yanine, hoy estoy algo distraída… en seguida recojo.
Metió todas sus cosas en la mochila tan rápido que ni siquiera se molestó en ordenarlas. A continuación salieron los tres a la calle y se encaminaron hacia un parque cercano al centro. Los rayos del sol de la mañana incidían sobre la verde hierba haciéndola brillar con intensidad y los rosales de distintos colores alegraban todavía más si cabe la visión del parque en esa estación del año. Rodearon el lago cristalino lleno de patos y otros tipos de aves acuáticas y se reunieron con los demás chicos y chicas del grupito de amigos, que estaban sentados en el césped bajo la sombra de unos árboles.
Todos saludaron a los recién llegados, que se sentaron con ellos en la sombra. Era un grupo de amigos alegre y ruidoso, en el que habían varias conversaciones abiertas. Por un lado una chica pequeña y vivaracha estaba contando la genial tarde de compras del día anterior, dando detalles sobre las prendas que se había comprado y demás… por otro unos chavales comentaban lo genial que sería ir todos de vacaciones un par de semanas a una casa rural y hacer una fiesta.
—La lleváis clara si pensáis que mis padres me dejarían irme un fin de semana completo fuera de su alcance… y para colmo con chicos de por medio. —Dijo Yanine uniéndose a la conversación.
— ¿Y desde cuándo te importa lo que piensen tus padres? Siempre puedes decirles que te vas a casa de Sara… si no me equivoco ya lo hiciste alguna vez. —Añadió un chico alto con los ojos color miel entre risas.
— ¿Qué yo qué…? ¿Qué has dicho de mí, Miguel? —Intervino la aludida rápidamente dejando a medio la descripción de un vestido verde con flores… al volver la cabeza bruscamente le dio un latigazo en la cara con su pelo castaño y ondulado recogido en un jopo a la chica que tenía a su lado, y con eso empezaron todos a pelearse como niños.
Mientras tanto Jaime, que estaba sentado al lado de Luz, devoraba su bocata de tortilla de patatas sin prestarles demasiada atención a los demás. Os preguntareis por qué Lucía y él se habían vuelto amigos cuando Jaime era la primera persona de la clase que siempre estaba molestando a Luna constantemente… (Incluso sabiendo la simpatía que ella le tenía). Bueno, las personas se comportan de manera diferente en situaciones –e incluso con gente- diferente, y lo cierto es que a su parecer él se había comportado muy bien con ella desde un principio… no tenía motivos para rechazar su amistad.
Jaime apartó el bocadillo y se quedó contemplando cómo Lucía le daba sorbitos al batido que tenía entre las manos sin mucho ánimo, jugueteando con la caña. Se acercó un poco más a ella y le apartó el pelo de la cara, colocándoselo tras la oreja.
— Vamos… cuéntame lo que te pasa. — Dijo en voz baja— Llevas todo el día muy pensativa…
Apartó los labios del batido y lo miró a los ojos… realmente parecía preocupado por ella. Miró al resto de sus amigos y se dio cuenta de que seguiían discutiendo la idea de irse todos juntos el fin de semana.
—Verás…—comenzó dubitativa— es por Luna. Llevo sin verla desde el día en que el jefe de estudios anunció mi cambio de clase, y estoy algo preocupada por ella ¿Le habrá pasado algo?
— No entiendo tu preocupación por la lunática… al fin y al cabo ahora eres de nuestro grupo, nos tienes a nosotros. —Dijo revolviendo su pelo negro despeinado tras un largo suspiro. —Si te sirve de consuelo… esa chica siempre está enferma, si no es por una cosa es por la otra. Ha pasado desde indigestiones estomacales en el hospital hasta roturas de huesos, suele faltar bastante a clase… es una floja.
—Pero se fue tan apresurada el otro día… ¿Crees en serio que pueda estar enferma?
—Mira, no lo sé. Pero sigo sin comprender tu simpatía hacia ella… no te conviene, es arisca y agresiva. Mejor si te alej…
—Parejita ¿Estáis escuchando? —Dijo Sara, la chica alegre interrumpiendo su conversación. —Como a algunos de nosotros no nos dejarían irnos a una casa rural todo el fin de semana hemos quedado en hacer una fiesta en el chalet de Yanine el sábado. Luz ¿Crees que podrás venir?
Ambos se sonrojaron con el comentario de su amiga, así que Lucía se apartó un poco de donde estaba Jaime, mientras este fingía no haber escuchado nada…
—Por mí no hay problema, mis padres son bastante abiertos a este tipo de cosas.
— ¡Genial! —Exclamó Miguel emocionado. — Ya solo nos falta ultimar los detalles.
Y con eso, oyeron a lo lejos la campana que anunciaba el final del recreo, así que se encaminaron hacia el instituto para retomar sus lecciones. Pero Lucía seguía intranquila por la conversación que había mantenido con Jaime.
“Luna… ¿De verdad estarás enferma?”