Esta historia trata sobre Aarón, un personaje de mi hack. Espero que os guste, e intentaré actualizar continuamente.
Debían de ser las cuatro de la madrugada; en Ciudad Carmín reinaba el silencio, tan solo interrumpido por el incansable oleaje del mar que adornaba la ciudad. En su dormitorio, Aarón no conciliaba el sueño; estaba intranquilo. Intranquilo tal vez por la importante actuación que le esperaba a tan solo unas pocas horas, o puede que fuera por la expedición que partiría a finales de esa semana hacia tierras desconocidas, o quizás fuesen las dos cosas. El caso era que no podía dormir: sudaba, y las delicadas sábanas azules se le pegaban al cuerpo; se revolvía por toda la cama y su largo pelo pajizo se le aferraba a la frente, sin querer soltarla; un sinfín de estas pequeñas pero molestas torturas lo perseguía sin querer dejarlo.
Tras aguantar este suplicio tantas horas, saltó. Saltó de la cama y se dirigió a la ventana, que abrió de par en par. La brisa de aire fresco que Aarón esperaba nunca llegó; en su lugar, se topó de bruces con una atmósfera carente de viento alguno, pero que rozaría los veinticinco grados* de temperatura.
-¡Por todas las Miltank del mundo! -Se dijo en voz baja a él mismo.
Cogió una toalla, si es que algún día lo fue, y se dirigió a la playa. Salió de la posada, siguió la calle hasta desembocar en otra más grande, donde se adentró en un laberinto de pequeñas callejuelas. Al final de una de ellas, tras andar durante casi diez minutos, se veía un acceso al mar. Era pequeño, lo había elegido así para no llamar la atención del sereno* que normalmente rondaba las calles principales.
Puso la toalla en el suelo, se quitó los pantalones -no llevaba camisa- y se lanzó al mar completamente desnudo. El agua estaba fría, aunque lo suficientemente adecuada para bañarse sin problemas. Estuvo dentro del agua hasta el amanecer, entonces se marchó de nuevo a la posada. Era día de mercado.
*La temperatura está expresada en grados centígrados.
*Un sereno es parecido a un policía, éste sale de noche y "espanta" a delincuentes; además, suele ser conocido por dar la hora.
Las calles principales empezaban a llenarse de gente, y los mercaderes montaban sus pequeños puestos de lona y tela azul y blanca. Aarón decidió no arriesgarse a ser descubierto, semidesnudo, por las calles de Carmín. Se encaramó a la pared una antigua casa blanca, mientras se impulsaba en la de otra. Subió al tejado. Al ser día de mercado, la gente se fijaría en los puestos y no en el cielo; lo pensó mejor y decidió ir tras las chimeneas.
De chimenea en chimenea, llegó al tejado de la posada, del cual descendió ágilmente hasta su ventana. Una vez dentro de su habitación, hizo que le prepararan un baño. Un baño que esperó pacientemente.
Cuando creyó conveniente, se secó y se vistió con sus ropajes más aceptables. A continuación, se peinó como pudo -no tenía peine-, y cogió su laúd. Se dirigió a la puerta y, antes de salir, comprobó los cierres del estuche de su preciado instrumento; entonces, salió de la habitación rumbo a la pequeña recepción de la posada.
Ya en la recepción se dio un respiro, durante una media hora se dedicó a hablar pacientemente con los huéspedes extranjeros, a los que contaba cómo tocaba el laúd y cómo su larga gira por la región terminaba en Carmín.
Pasado ese tiempo, Petunia e Higinia se dejaron ver. Aparecieron por las escaleras de caracol de madera situadas al fondo del pasillo de recepción vistiendo unos elegantes -aunque ridículos- vestidos morados. Su rizado y canoso pelo a la altura de las orejas le daba un pase al traje, pero sus inmensos pendientes dorados desentonaban más que un Caterpie en las Islas Espuma. Dejando de lado su conjunto, el que fueran exactamente iguales -gemelas- era realmente siniestro.
-¡Quita de enmedio, pedazo de Wailord! -Gritó una.
-¡Serás insolete! -Respondió la otra- ¡Tu estás más p'allá* que un Spinda!
-¡Raticate!
-¡Piloswine!
-¡¿Os podéis callar de una vez?! -Sentenció Aarón- Habláis más que toda la población mundial de Chatot.
El rostro de las dos hermanas se tornó en una expresión de verguenza al ver a tanta gente mirándolas.
-Sí, señor. -Dijeron las dos al unísono.
-¡Que no me llaméis así! -Gritó furioso el chico.
*P'allá. Contracción vulgar de "para allá". En el texto hace referencia a estar loco o "ido", comparando a una persona con Spinda, que se asocia normalmente a la confusión.
Primero, antes de nada, gracias por los comentarios. Quien me plagie corre el riesgo de morir dolorosamente.
Ahora lo que todo el mundo esperaba: el capítulo segundo.
Las calles principales empezaban a llenarse de gente, y los mercaderes montaban sus pequeños puestos de lona y tela azul y blanca. Aarón decidió no arriesgarse a ser descubierto, semidesnudo, por las calles de Carmín. Se encaramó a la pared una antigua casa blanca, mientras se impulsaba en la de otra. Subió al tejado. Al ser día de mercado, la gente se fijaría en los puestos y no en el cielo; lo pensó mejor y decidió ir tras las chimeneas.
De chimenea en chimenea, llegó al tejado de la posada, del cual descendió ágilmente hasta su ventana. Una vez dentro de su habitación, hizo que le prepararan un baño. Un baño que esperó pacientemente.
Cuando creyó conveniente, se secó y se vistió con sus ropajes más aceptables. A continuación, se peinó como pudo -no tenía peine-, y cogió su laúd. Se dirigió a la puerta y, antes de salir, comprobó los cierres del estuche de su preciado instrumento; entonces, salió de la habitación rumbo a la pequeña recepción de la posada.
Ya en la recepción se dio un respiro, durante una media hora se dedicó a hablar pacientemente con los huéspedes extranjeros, a los que contaba cómo tocaba el laúd y cómo su larga gira por la región terminaba en Carmín.
Pasado ese tiempo, Petunia e Higinia se dejaron ver. Aparecieron por las escaleras de caracol de madera situadas al fondo del pasillo de recepción vistiendo unos elegantes -aunque ridículos- vestidos morados. Su rizado y canoso pelo a la altura de las orejas le daba un pase al traje, pero sus inmensos pendientes dorados desentonaban más que un Caterpie en las Islas Espuma. Dejando de lado su conjunto, el que fueran exactamente iguales -gemelas- era realmente siniestro.
-¡Quita de enmedio, pedazo de Wailord! -Gritó una.
-¡Serás insolete! -Respondió la otra- ¡Tu estás más p'allá* que un Spinda!
-¡Raticate!
-¡Piloswine!
-¡¿Os podéis callar de una vez?! -Sentenció Aarón- Habláis más que toda la población mundial de Chatot.
El rostro de las dos hermanas se tornó en una expresión de verguenza al ver a tanta gente mirándolas.
-Sí, señor. -Dijeron las dos al unísono.
-¡Que no me llaméis así! -Gritó furioso el chico.
*P'allá. Contracción vulgar de "para allá". En el texto hace referencia a estar loco o "ido", comparando a una persona con Spinda, que se asocia normalmente a la confusión.
No voy a actualizar el post principal hasta que coja un ordenador, ya que desde el móvil estoy muy incapacitado.
Como curiosidad, añadiré que esta historia está siendo escrita por mí desde mi teléfono Android durante las noches en las que no puedo dormir.
Como comentario personal, os diré que, durante un lapsus de imaginación, me imaginé a toda Wah esperando con impaciencia el vigésimo séptimo capítulo de "Aarón".