Primero, antes de nada, gracias por los comentarios. Quien me plagie corre el riesgo de morir dolorosamente.
Ahora lo que todo el mundo esperaba: el capítulo segundo.
Las calles principales empezaban a llenarse de gente, y los mercaderes montaban sus pequeños puestos de lona y tela azul y blanca. Aarón decidió no arriesgarse a ser descubierto, semidesnudo, por las calles de Carmín. Se encaramó a la pared una antigua casa blanca, mientras se impulsaba en la de otra. Subió al tejado. Al ser día de mercado, la gente se fijaría en los puestos y no en el cielo; lo pensó mejor y decidió ir tras las chimeneas.
De chimenea en chimenea, llegó al tejado de la posada, del cual descendió ágilmente hasta su ventana. Una vez dentro de su habitación, hizo que le prepararan un baño. Un baño que esperó pacientemente.
Cuando creyó conveniente, se secó y se vistió con sus ropajes más aceptables. A continuación, se peinó como pudo -no tenía peine-, y cogió su laúd. Se dirigió a la puerta y, antes de salir, comprobó los cierres del estuche de su preciado instrumento; entonces, salió de la habitación rumbo a la pequeña recepción de la posada.
Ya en la recepción se dio un respiro, durante una media hora se dedicó a hablar pacientemente con los huéspedes extranjeros, a los que contaba cómo tocaba el laúd y cómo su larga gira por la región terminaba en Carmín.
Pasado ese tiempo, Petunia e Higinia se dejaron ver. Aparecieron por las escaleras de caracol de madera situadas al fondo del pasillo de recepción vistiendo unos elegantes -aunque ridículos- vestidos morados. Su rizado y canoso pelo a la altura de las orejas le daba un pase al traje, pero sus inmensos pendientes dorados desentonaban más que un Caterpie en las Islas Espuma. Dejando de lado su conjunto, el que fueran exactamente iguales -gemelas- era realmente siniestro.
-¡Quita de enmedio, pedazo de Wailord! -Gritó una.
-¡Serás insolete! -Respondió la otra- ¡Tu estás más p'allá* que un Spinda!
-¡Raticate!
-¡Piloswine!
-¡¿Os podéis callar de una vez?! -Sentenció Aarón- Habláis más que toda la población mundial de Chatot.
El rostro de las dos hermanas se tornó en una expresión de verguenza al ver a tanta gente mirándolas.
-Sí, señor. -Dijeron las dos al unísono.
-¡Que no me llaméis así! -Gritó furioso el chico.
*P'allá. Contracción vulgar de "para allá". En el texto hace referencia a estar loco o "ido", comparando a una persona con Spinda, que se asocia normalmente a la confusión.
No voy a actualizar el post principal hasta que coja un ordenador, ya que desde el móvil estoy muy incapacitado.
Como curiosidad, añadiré que esta historia está siendo escrita por mí desde mi teléfono Android durante las noches en las que no puedo dormir.
Como comentario personal, os diré que, durante un lapsus de imaginación, me imaginé a toda Wah esperando con impaciencia el vigésimo séptimo capítulo de "Aarón".