Muchas gracias a los dos, en serio. Trataré de actualizar una vez por semana para que no perdáis el hilo.
Aquí os dejo el segundo capítulo:
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Capítulo 2
"Deliberadamente, no es humano."
La cabeza me va a estallar. Algo me aprieta ambas sienes. Duele. Los recuerdos acuden lentamente a mi. La tardanza. La alarma. La prisión. El despacho. La máscara.
La máscara.
Abro súbitamente los ojos pero no veo nada. ¿Estaré muerta?
- ¿Freia? ¿Estará todavía entre nosotros?- pregunta casi a gritos una voz nasal que me hiela la sangre.
-Claro que estoy.- me gustaría responder, pero las palabras no quieren salir.
Trato de mover la cabeza. Algo me lo impide.
- ¡Oh, amiga! ¿Te encuentras bien?- ruge la misma voz desquiciante.
Nada más percatarme de que mi cuerpo no toca nada, de que está flotando, la presión se intensifica y me hace gemir de dolor. Aquello que me estaba apretando tira de mí hacia atrás, haciendo que mis piernas queden por delante mía y, posteriormente, por detrás. Sumiendome en un ligero balanceo al dejar de tirar.
Ahora soy capaz de distinguir la moqueta del extraño despacho y parte de la mesa, pero, en el medio, no consigo ver nada. Sólo negro. La situación me hace olvidar la pregunta que me habían formulado. ¿Me estoy quedando ciega?
Alzo mis manos. Quiero saber que es aquello que me está impidiendo tocar el suelo una vez descubro que el dolor es provocado por algo externo. Palpo con cuidado. Justo encima de mi oreja derecha encuentro una protuberancia alargada mientras que, al otro lado de mi cabeza, distingo cuatro. Todas de distinto tamaño. Parece una mano.
- Es una mano.- me digo – Una mano enorme.
Esta vez, comienzo a gritar y a retorcerme cuando comienzo a alzarme. Trato desesperadamente de desasirme del brazo que me sujeta y me hace subir en contra de mi voluntad.
- Para, Freia. Estate quieta si no quieres que..- no llega a terminar la frase.
Mientras trataba de escapar, he golpeado sin darme cuenta algo que tengo en frente mía. Tardo un momento en comprender que lo que no me permitía ver, lo que pintaba parcialmente mi vista de negro, es un cuerpo. Mi puntera se ha introducido ligeramente en él. ¿Será un cuerpo gigante, al igual que la mano?
Ahora nada me sujeta. Voy directa al vacío. Caigo con un golpe sordo a la moqueta. No es lo suficientemente mullida como para evitar que un dolor punzante me penetre al golpearme la cabeza contra el suelo, de nuevo.
- A este paso, me voy a quedar tonta.- pienso.
Quiero escapar pero, al recostarme, consigo vislumbrar aquello que me tenía sujeta. A escasos dos metros de donde estoy, veo la misma máscara de tres dientes. Frente a mis ojos, pasa de tener un color blanco pálido a ser completamente roja. Dirige su mirada hacia el lugar dónde le he golpeado, o eso creo.
El poseedor de la máscara mide, según mis cálculos, casi tres metros de alto. Sus ropajes, por llamarlos de algún modo, son más negros que el azabache. Negros como la nada. En la parte inferior de lo que supongo que son los brazos, demasiado delgados para ser saludable a mi entender, veo dos enormes guantes blancos. Parece tener una única pierna, pero ésta está doblada de forma inverosímil.
Porta un gorro bastante cutre.
Sonrío. Las manos de mi agresor se encuentran en su bajo vientre. No sé qué me pasa. Comienzo a reírme. Cada vez más y más alto mientras le señalo con el dedo. Me convulsiono en el suelo a carcajada batiente hasta que me atraganto.
- ¡Qué ridículo!- Consigo mascullar.
La máscara vuelve a cambiar. Ésta vez se torna de color morado. Las cuencas de sus ojos se estrechan y logro ver cómo separa y alarga lentamente uno de sus brazos mientras que el guante del otro permanece estático.
La risa se me corta. Está alargando el brazo. No es hasta éste momento que me doy cuenta del peligro que corro. Deliberadamente, no es humano.
- Estúpida.- me recrimino.
Estúpida. Estúpida. Estúpida.
He desperdiciado la oportunidad que tenía de escapar. Me levanto de un brinco. Mis pupilas se dilatan por el miedo. Tenso los músculos. ¿Qué pretendes, Freia? ¿Atravesarle?
- Te dije que te estuvieras quieta.- sisea.
Miro a mi alrededor buscando una salida. La moqueta se extiende hasta más allá del horizonte. Doy media vuelta y echo a correr, dejando atrás la mesa, el sillón, el espejo y la mole inhumana. Sigue alargando su brazo.
¿Qué pretende hacer?
Doy cuatro zancadas y vuelvo mi cabeza para ver si me sigue. No debería haberlo hecho. Observo impotente como descarga su largo brazo sobre mi cabeza a una velocidad vertiginosa, golpeándome en la parte alta de la frente con el canto de su mano.
- ¡Shinigami-Chop!- Grita él.
- Definitivamente, me quedaré tonta.- Alcanzo a decir justo antes de desmoronarme y perder la conciencia.
Otra vez.
Í N D I C E