Capítulo 7: El Gran Error
Todo iba bien, hasta que un día caminando por los pasillos del laboratorio vi un cuarto que decía No pasar. No me gustaba nada. Asome la cabeza y vi una de las peores cosas que podía haber visto, experimentar con Pokémon. No quise interferir pero me daba mucha pena. Sin pensar las consecuencias intente abrir la puerta pero estaba cerrada, mi primer intento heroico había fallado. Dí un gran suspiro y seguí mi camino. Ya, el mundo Pokémon, tenía un enemigo. Los villanos se hacían de las suyas una vez más.
Ese mismo día los humanos comenzaron a tener fines malvados contra los Pokémon. Porque, además de experimentar con ellos, los científicos hicieron la pregunta que llevaría a Mew, en el futuro, a una muerte segura. ¿Cuáles son los Pokémon más fuertes? Esa pregunta comenzó a llevar mal a la Tierra una vez más.
Por supuesto frente a la pregunta de los curiosos científicos nadie hubiera pensado que fue uno de los peores errores, responder a esa pregunta: Los Pokémon Legendarios. Luego de eso, dos días después sucedió lo inesperado.
Todos los días que yo salía del laboratorio sacaba a Mew de su PokéBall, pensando que no pasaría nada. Grave error. Un científico vio a Mew salir de su PokéBall y me escuchó diciendo su nombre, sin que yo me diera cuenta de lo sucedido. Ese científico averiguó sobre Mew, averiguó todo lo posible, poco a poco, Mew, despertó su interés.
Todos los días que iba al laboratorio no me daba cuenta de la avaricia que tenían los científicos, ni lo que tenían entre manos. Varias veces quisieron quitarme a Mew.
Una vez deje mi mochila sobre un escritorio. Uno de los científicos intentó buscar a Mew, cuando estaba por verlo, fui a buscar mi mochila porque había olvidado mi cuaderno. En ese momento ser olvidadiza me ayudó, y mucho.
La segunda vez estaba comiendo en el comedor del laboratorio. Me distraje y mi mochila se cayó. Otro científico la encontró y revisó mi mochila cuando estaba por retirar la PokéBola, yo, busqué mi mochila que por supuesto el tonto científico me la entregó inocentemente olvidando lo que buscaba.
La tercera vez, yo buscaba algo en mi mochila cuando la PokéBola de Mew, cayó de su bolsillo y todos los científicos presentes la vieron. En ese momento me dí cuenta de lo que tramaban. Se notaba en sus ojos, su malvado plan. La recogí antes de que se abalanzaran hacía ella.
Luego de esa vez ocurrieron muchas otras cosas, hasta que un día parecía que, hasta la persona más común, quería llevarse a Mew. Mew y yo estábamos en gran peligro.
Un día sin previo aviso a mis padres ni a mis amigos, me vi obligada a huir. Huir, de todo lo que pudiera hacerle daño a Mew o en un caso extremo a mí. Recogí dinero, comida, bebida y todo lo que fuera a necesitar. Todo lo guardé en una mochila azul y gris que siempre usaba para ir a la escuela. Decidí que para no llamar la atención iría al laboratorio y en la salida me iría lejos, muy lejos.
Y así sucedió. Cuando llegué al laboratorio, tuve la atención de todos, desde el niño más pequeño hasta el científico más anciano. El científico que vio a Mew, días atrás, había esparcido el rumor de que, yo, una chica que estaba en el laboratorio, tenía uno de los Pokémon más raros. Ese día ninguno de mis amigos habían asistido al laboratorio. Fue un almuerzo muy aburrido. Yo quería despedirme de ellos. Cuando salí de allí todo estaba muy tranquilo hasta que vi una sombra en el callejón. Entonces algo salto del cielo y cayó sobre mí. Quise defenderme de esa criatura, no sabía que clase de Pokémon era porque el Sol me daba a la cara.
-Dame a ese Pokémon, Mew.-dijo una voz grave y malvada.
-¡¿Quién eres?!-dije yo, ya que no podía verlo con claridad.
-Ursaring déjala-dijo.
-Tú… ¡Tú fuiste! Tú vistes a Mew.-respondí yo al ver al científico que había causado todo. Porque después de que todos se enteraran oí que el, Michael, había sido.
-Pues claro, que yo fui. Ahora dame a ese Pokémon raro que tienes, o Ursaring podría volverte a atacar.-dijo con cara de presumido.
-Nunca te daré a Mew.-dije mientras sostenía con gran fuerza la PokéBall en mis manos.
Entonces se me ocurrió correr con todos mis fuerzas. Me dí la vuelta, empecé a correr y me choqué con el Ursaring de Michael. Ese fuerte Ursaring, me golpeó, dejándome a los pies del vicioso científico. Yo seguía sosteniendo la PokéBall, aunque el dolor del golpe era insoportable.
-Muchas gracias, Agus.-dijo mientras creaba una sonrisa malvado en su rostro y recogía la PokéBall de mi mano.
-No Mew…-dije con las pocas fuerzas que me quedaban.
-Muajaja…., muchas gracias otra vez.-dijo mientras se iba y me dejaba allí en el callejón, sin poder hacer nada…
Ese mismo día los humanos comenzaron a tener fines malvados contra los Pokémon. Porque, además de experimentar con ellos, los científicos hicieron la pregunta que llevaría a Mew, en el futuro, a una muerte segura. ¿Cuáles son los Pokémon más fuertes? Esa pregunta comenzó a llevar mal a la Tierra una vez más.
Por supuesto frente a la pregunta de los curiosos científicos nadie hubiera pensado que fue uno de los peores errores, responder a esa pregunta: Los Pokémon Legendarios. Luego de eso, dos días después sucedió lo inesperado.
Todos los días que yo salía del laboratorio sacaba a Mew de su PokéBall, pensando que no pasaría nada. Grave error. Un científico vio a Mew salir de su PokéBall y me escuchó diciendo su nombre, sin que yo me diera cuenta de lo sucedido. Ese científico averiguó sobre Mew, averiguó todo lo posible, poco a poco, Mew, despertó su interés.
Todos los días que iba al laboratorio no me daba cuenta de la avaricia que tenían los científicos, ni lo que tenían entre manos. Varias veces quisieron quitarme a Mew.
Una vez deje mi mochila sobre un escritorio. Uno de los científicos intentó buscar a Mew, cuando estaba por verlo, fui a buscar mi mochila porque había olvidado mi cuaderno. En ese momento ser olvidadiza me ayudó, y mucho.
La segunda vez estaba comiendo en el comedor del laboratorio. Me distraje y mi mochila se cayó. Otro científico la encontró y revisó mi mochila cuando estaba por retirar la PokéBola, yo, busqué mi mochila que por supuesto el tonto científico me la entregó inocentemente olvidando lo que buscaba.
La tercera vez, yo buscaba algo en mi mochila cuando la PokéBola de Mew, cayó de su bolsillo y todos los científicos presentes la vieron. En ese momento me dí cuenta de lo que tramaban. Se notaba en sus ojos, su malvado plan. La recogí antes de que se abalanzaran hacía ella.
Luego de esa vez ocurrieron muchas otras cosas, hasta que un día parecía que, hasta la persona más común, quería llevarse a Mew. Mew y yo estábamos en gran peligro.
Un día sin previo aviso a mis padres ni a mis amigos, me vi obligada a huir. Huir, de todo lo que pudiera hacerle daño a Mew o en un caso extremo a mí. Recogí dinero, comida, bebida y todo lo que fuera a necesitar. Todo lo guardé en una mochila azul y gris que siempre usaba para ir a la escuela. Decidí que para no llamar la atención iría al laboratorio y en la salida me iría lejos, muy lejos.
Y así sucedió. Cuando llegué al laboratorio, tuve la atención de todos, desde el niño más pequeño hasta el científico más anciano. El científico que vio a Mew, días atrás, había esparcido el rumor de que, yo, una chica que estaba en el laboratorio, tenía uno de los Pokémon más raros. Ese día ninguno de mis amigos habían asistido al laboratorio. Fue un almuerzo muy aburrido. Yo quería despedirme de ellos. Cuando salí de allí todo estaba muy tranquilo hasta que vi una sombra en el callejón. Entonces algo salto del cielo y cayó sobre mí. Quise defenderme de esa criatura, no sabía que clase de Pokémon era porque el Sol me daba a la cara.
-Dame a ese Pokémon, Mew.-dijo una voz grave y malvada.
-¡¿Quién eres?!-dije yo, ya que no podía verlo con claridad.
-Ursaring déjala-dijo.
-Tú… ¡Tú fuiste! Tú vistes a Mew.-respondí yo al ver al científico que había causado todo. Porque después de que todos se enteraran oí que el, Michael, había sido.
-Pues claro, que yo fui. Ahora dame a ese Pokémon raro que tienes, o Ursaring podría volverte a atacar.-dijo con cara de presumido.
-Nunca te daré a Mew.-dije mientras sostenía con gran fuerza la PokéBall en mis manos.
Entonces se me ocurrió correr con todos mis fuerzas. Me dí la vuelta, empecé a correr y me choqué con el Ursaring de Michael. Ese fuerte Ursaring, me golpeó, dejándome a los pies del vicioso científico. Yo seguía sosteniendo la PokéBall, aunque el dolor del golpe era insoportable.
-Muchas gracias, Agus.-dijo mientras creaba una sonrisa malvado en su rostro y recogía la PokéBall de mi mano.
-No Mew…-dije con las pocas fuerzas que me quedaban.
-Muajaja…., muchas gracias otra vez.-dijo mientras se iba y me dejaba allí en el callejón, sin poder hacer nada…