Título: el Señor del Agua y la Arena
Autor: yo (Tyren Lannister)
Capítulos: 10+ prólogo y epílogo
Persona gramatical: contrapunto (varios puntos de vista) en 1ª persona, prólogo en 3ª.
Agradecimientos: a Erin Hunter y sus libros "Los Gatos Guerreros".
Espero que os guste, acepto cualquier tipo de feedback si mi historia no es de vuestro agrado. Os dejo con el prólogo y el primer capítulo.
Prólogo
Había dos gatas en esa habitación, y un gatito de apenas cinco días. Una de las gatas era vieja, pero la otra era joven y fuerte. Aun así, era la última la que estaba más triste. Fuera, en el resto del edificio, se libraba una batalla desigual: el Clan de la Noche, al que pertenecían las dos gatas, estaba siendo aniquilado.
-No puedo separarme de él, Nublada...- murmuró la gata joven.
- Lo comprendo- dijo la vieja lamiéndole la oreja para consolarla,- pero sin él no hay esperanza. Es el único que puede pararle los pies a Alma del Desierto.
-¡Pero es mi hijo!- gritó la madre.
-¡Por eso no deberías dejar que muera!
-Está bien, llévatele. Pero no dejes que todo esto sea en vano.
La gata vieja cogió al gatito, que había estado dormido, en sus fauces, y se ecaramó a una ventana. Mientras, tres gatos entraron por el agujero en la pared que hacía de puerta. La gata joven luchó valientemente pero en vano: pronto la mataron.
Por la puerta entró otro gato: tenía el pelaje del color de la arena al amanecer, y era esbelto. Sin embargo, su belleza estaba alterada por su rostro: estaba ensangrentado. El líquido rojo brotaba de su ojo derecho.
-Ya están todos, jefe- dijo uno de los asesinos.
-Muy bien. Pronto conseguiremos un mundo mejor.
Capítulo 1: Fauces del Mar
Cada amanecer observaba Túnez y me maravillaba: ¡qué hábiles fueron los humanos para crear esta bella ciudad! Estaba encajada entre el desierto y el mar, y, sin embargo, el agua de sus pozos era abundante y dulce. Ningún gato comprendía cómo la hicieron, ni por qué la abandonaron hace más de mil estaciones. Pero aquí vivíamos. Aquí llevábamos viviendo, desde tiempos inmemoriales, los Cuatro Clanes de gatos.
"Pero ahora son tres", me recordé amargamente.
Y, si las cosas no cambiaban, pronto seríamos uno: el Clan del Desierto absorbería o aniquilaría al Clan del Fuego y al mío, al Clan del Mar.
Esa mañana tenía una misión: convencer a mi hermano, Alma de las Olas, líder de mi clan, para hacer una alianza con el Clan del Fuego y pararle las patas a Alma del Desierto. Me bajé del tejado donde estaba subida y fui a un pozo a beber agua. La fuente era cercana, y poco profunda. Descendí sin problemas por una escalera tallada en la pared del agujero y me incliné sobre el agua. Una gata joven, de unas trece estaciones, azulada y de ojos amarillos me devolvió la mirada. Rompí mi reflejo cuando empecé a beber.
Un rato más tarde, entré al cercano edificio que le servía de casa a mi clan, empeñada en convencer a mi hermano de evitar nuestro fin.
No tardé en encontrarle. Cuando me vio, me saludó:
- Buenos días, hermana.
Su voz llevaba mucho dolor: su pareja, Alma de Estrella, había sido asesinada en la Matanza, hacía diez lunas, y desde entonces estaba destrozado.
- Hermano- fui al grano,- ¿a qué esperas? Cada día qie pasa se acerca nuestra muerte, el fin de nuestro clan, ¿y Alma de las Llamas y tú seguís sin hacer nada?
- No podemos parar a Alma del desierto, y lo sabes bien.
-¡ Deja de vivir en el pasado! ¡Alma de Estrella ya murió, olvídala!
- Es más fácil olvidar a una gata que a un gatito.
Sus ojos, tan parecidos a los míos, estaban llenos de tristeza.
De pronto comprendí: ¡mi hermano tenía un hijo! Por eso estaba roto. Entonces se me agotaron las ganas de convencerle. Sabía que él tenía razón: Alma del Desierto era demasiado poderoso. Pero él prefería morir lamentándose a morir luchando, como haría yo.
- Él era negro- me dijo mi hermano,- con una mancha gris en la frente. No me puedo creer aun que no sólo le mataran, sino que se lo comieran.
Me horroricé.
-¿Se lo comieron?
- No encontraron su cadáver. Su crueldad no tiene límites.
Pero una luz loca se encendió en mi cabeza: ¿Y si de alguna forma hubiera sobrevivido? Solo había un gato capaz de saberlo. Y yo tenía el don de poder sonsacárselo.
Me encontré con mi pareja, Cola de Espuma, al mediodía. Él era un gato blanco como las nubes y ojos verdes.
-Hola- saludé, restregando mi cara contra su costado.
- Hola, pequeña- ronroneó él.- ¿Por qué querías verme?
Ahora tenía que ser lista.
- El tonto de mi hermano. Me ha deprimido.
- Ah, sólo ese pusilánime- a pesar de su fachada, ese gato era de los guerreros más leales al Clan del Mar.- Quiere morir sólo por haber perdido a su pareja.
Era mi momento.
-También a su hijo.
-¿Tenía un hijo?
Había logrado sorprender al gato que lo sabía todo.
- Vaya, no lo sabías... Qué decepcionante...
- Vaya, supongo que me tendré que ganar de nuevo tu respeto. ¿Qué quieres? ¿Traidores en el Clan del Desierto? ¿Cotilleos del Clan del Fuego?
Yo lo tenía claro.
- Supervivientes del Clan de la Noche.
- Uy, ese tema es más espinoso que un pescado... pero tú eres la que me lo pide. Tú eres mi debilidad, pequeña. En fin, se habla de unos quince o veinte gatos distintos, algo imposible, pero...
- ¿Pero?
- Pero solo hay una. La hechicera. ¿Ya tienes lo que quieres?
- Lo que quería. Ahora quiero un lugar.
¡Lo tenía!
- Mira que eres caprichosa. Pero hay cosas que ni siquiera te puesdo decir a tí. No puedo decirte que vive en la Fortaleza.
Imposible. Entonces iba a ser difícil de encontrar. Pero ya que iba a morir, ¿por qué no? Decidí encontrar a esa gata y, a las muy buenas, a mi sobrino. Pero tendría que entrar en la Fortaleza...
Tragué saliva.
Madre mía, veo talento, veo talento, veo mucho talento, pero no veo comentarios. Es en estos momentos en los que la realidad supera la ficción. Bueno, a ver si este comentario refresca el post ;D
En fín, que me encanta, hazme el favor de echarte uno o dos retos de Fan - fics :D
¡Muchas gracias, Tijeras!:D En fin, los comentarios vienen y van, yo no puedo obligar a la gente que comente, pero me decepciona que, en una historia en la que me he esforzado, nadie comente. En fin, os dejo el capítulo 2.
Capítulo 2
Zarpa negra
El amanecer me molestó, eso significaba otro duro día de entrenamiento con Nublada. Como si oyera mis pensamientos, la vieja gata maulló:
-Eres un gato, no un hurón. Levanta.
Lo hice de mala gana, y me desperecé.
-Dime- pidió ella,-¿qué debe hacer un guerrero cuando no queda carne fresac?
-Salir a cazar- respondí con sueño.
-¿Pues a qué esperas?- me urgió Nublada.- ¡Venga, caza!
Salí del edificio saltando por los agujeros que había en cada planta, en el suelo. Una vez en la calle, cacé una paloma y una rata. Empecé la paloma, la rata, para Nublada, porque estaba asquerosa. Probablemente me daría una charla sobre el respeto a los ancianos, pero el que caza, decide, y esa no era una situación especial: aunque Nublada fuera vieja, yo sabía perfectamente que se conservaba bien.
Como era de suponer, Nublada me echó la bronca, y tras comprobar que podía ejecutar perfectamente esos movimientos de lucha que había practicado más veces que las estaciones de mi maestra, ella dijo:
-Bueno, ya que parece que sabes luchar, te enseñaré a saltar.
Se me erizó el pelaje.
-¿Qué?- bufé.- ¡Ya no soy ningún gatito!
-Vale- respondió Nublada, con voz calmada.- Entonces... salta hasta ahí.
Apuntó con la cola a otra azotea, a una distancia de más de quince gatos. Comprendí que mi impulsividad me había perjudicado, y, cambiando de táctica, empecé a acicalarme el pelaje, negro como la noche.
-¿A qué esperas? ¡Salta!
- Yo solo hago cosas posibles.
-Está bien- había conseguido enfadarla.- ¡Mira!
Tomó carrerilla y saltó. Estuvo un tiempo demasiado largo en el aire y, finalmente, cayó sobre el otro edificio.
"Clan Celeste", pensé, "¿por qué tengo que llevar esta vida?"
- Has visto que es posible- maulló la curandera gris.- Ven ya.
- ¡Yo no tengo magia!- protesté.
- ¡Sí la tienes!
- ¡No!
Entonces, la gata suspiró.
- Cálmate, Zarpa Negra. No lo sabes. Solo dices eso por llevarme la contraria.
Me di cuenta de que tenía razón.
- ¿Por qué- continuó- no te olvidas del exterior y miras en tu interior? Nunca lo haces, Zarpa Negra, y allí cada gato tiene mucho más de lo que cree.
Estuve a punto de gritar: "¡¿Pero qué te crees?! ¡¿Que es así de fácil?!", pero decidí hacerle caso. Sin embargo, quedé decepcionad: por más que reflexionara, no sentía nada. Nada,excepto... un deseo de intentarlo. Un deseo que fue creciendo y creciendo hasta ocupar mi mente.
- Eres estúpido- me dije, y eché a correr.
Salté a la cornisa, y tras eso, hice el salto. Cerré los ojos y dejé que el viento jugara con mi pelaje.
Me golpeé con las patas delanteras. Abrí los ojos. ¡Había llegado! Pero estaba colgando sobre la calle, y, ¿por qué sentía que mis entrañas estaban ardiendo?
Nublada me cogió por el pescuezo, y como cuando era pequeño, me levantó.
-¡Lo has hecho!- me felicitó.
- Nublada- conseguí murmurar con mi garganta en llamas.- No... estoy...
Tosí, y en vez de saliva, el líquido que escupí fue sangre.
Cuando abrí los ojos, Nublada me estaba intentando dar una papilla de hierbas.
- Come- me dijo.- Eso que te ha pasado es normal con la magia, las primeras veces.
Comí un poco y aguanté el sabor amargo. Miré en derredor: volvíamos a estar sobre La Fortaleza, lo más parecido que teníamos a un hogar.
- Hice magia, ¿no?- murmuré.
- Sí. Y eso es normal porque el cuerpo la bloquea. Tienes que ir eliminando ese bloqueo.
Lo comprendí. Había oído muchas historias de gatos que murieron por usar magia demasiado poderosa, pero siempre pensé que había sido por la fatiga. Ahora sabía que se habían destruido desde dentro.
Me intenté levantar, pero mis patas me quemaban.
-Tranquilo- me calmó Nublada.
Espera. ¿Por qué Nublada me hablaba con esa dulzura? Cuando lo comprendí, me enfadé muchísimo con ella. ¡Solo era por la magia! Maldita...
La hipócrita me dejó la tarde libre, y yo salí por la calle. No había ningún gato: eso era la Tierra de Nadie, el territorio que no pertenecía a ningún clan.
Tras un tiempo andando lo vi: ¡un gorrión! Quizá fueran comunes, pero ese estaba tan gordo que parecía que iba a explotar. Me agazapé, mi presa me daba la espalda. Tensé todos mis músculos y salté, extendiendo las zarpas. De pronto, algo bloqueó mi visión y me di un buen golpe. La presa salió volando.
- ¡Mira lo que has hecho!- me reprochó una voz de gata.
- ¿Que qué he hecho? ¡Podrías buscar tus propias presas!
Miré a la gata: era joven, tenía el pelaje del color de la miel y los ojos, del de las hojas de parra. Parecía bien alimentada, y eso sólo podía significar una cosa.
"Gata de clan"
- Lo he hecho- bufó ella,- y parece que alguien me ha seguido.
- ¿Desde el territorio de tu clan? No creo que te haya seguido, ni que tú hayas seguido ese gorrion.
- ¿Cómo sabes que soy de clan?- se alarmó.
- No estás tan flaca como yo. ¿Qué haces fuera de tu territorio?
Ella suspiró y se callo. Finalmente inquirió:
- ¿Cómo te llamas?
- Zarpa Negra.
- Yo soy Arena, del Clan del Desierto. ¿Qué te pasa?
"Es joven", me repetía. "No pudo estar en la Matanza." Pero aun así, mis músculos se habían tensado, y mi corazón, acelerado, y lo peor de todo, ella se había dado cuenta.
- Nada. Solo que... entre los gatos sin clan como yo- mentí,- tu clan tiene una reputación... curiosa.
Ella suspiró.
- Lo sé, y no puedo remediarlo. Pero bueno, estoy aquí por mi padre.
- ¿Te ha repudiado?
- No, solo es que... me sigue viendo como una gatita, y eso... es molesto.
A mí me pasaba todo lo contrario, Nublada me exigía como si no fuera un aprendiz, sino un guerrero experimentado.
- Además- continuó,- es uno de los gatos más influyentes del clan; se dice que solo hay un guerrero capaz de igualarle.
"Clan Celeste, ayudadme", imploré. "Un guerrero que iguala a Alma del Desierto. Si me descubren..."
- ¿Y tú?- su voz me sorprendió.- ¿Cómo vivis los gatos sin clan?
Odiaba mentir, pero la situación lo requería.
- Es duro. Tengo que alimentar a mi anciana madre y a mis hermanitos.
- ¿Y qué hace tu padre?
- No lo sé. Nunca he sabido nada de él- había dicho la verdad.
- Ya... En el clan nos respetamos, al menos. Supongo que no tengo una vida tan mala. Por cierto, ¿sabes que tienes nombre de aprendiz?
- No lo sabía- me corroían los remordimientos. -Quizá mi padre fue un gato de clan.
- Entonces tuvo que ser uno muy poco leal, para tener hijos con una proscrita, y luego abandonarlos.
- Seguro- dije, y pensé: "Menuda vida".
Charlamos un rato más, hasta que Arena dijo:
- Oye, Zarpa Negra, tengo que volver ya. ¿Podemos... vernos mañana?
Eso fue un duro golpe. No debería, pero no tenía amigos.
- Sin problemas- mentí una vez más.- Mañana, aquí y a la hora en que nos vimos, ¿vale?
- Está bien.
Cuando se hubo ido, me entristecí al darme cuenta de que para ser su amigo tendría que mentir a dos gatas: a Arena... y a Nublada.
Hostias, la historia mejora, cada vez me sorprende más el número de comentarios, en serio. Animaos a comentar, pensad lo que le ha costado escribir esos tochos, y además bien escritos. Casi son deberes xD
Ah yo me lei todos los libros de Erin Hunter de los gatos guerreros! los tengo todos xD
(hasta el sexto) se ve muuuuuuy interesante :D
(Yo estoy pensando un fan-fic desde el punto de vista de latigo gris ;))
Bueno, pues aquí voy. He leído el prólogo y el capítulo uno, no he podido seguir con el dos pero le he dado un vistazo por encima.
Mi impresión general no es mala. Sabes decir las cosas y sabes decir las correctas; el problema es, que aún sin haberme leído la saga, me ha dado la impresión que está basada en ella tanto que podría considerarse un fan-fic. Cuando he entrado esperaba un original, algo nuevo, y me he encontrado con un spin-off de una historia que no conozco. No miento si digo que he perdido el interés en ese momento, y eso es algo que un escritor nunca se puede permitir. Haz que el lector sepa qué va a leer.
Por otra parte, abusas de los diálogos, echo de menos mucha descripción y ambientación. Son capítulos muy cortos y con poco texto, tiene que primar la presentación y el enganchar al lector, hacer que no se sienta perdido. Y la historia no lo consigue. En cuanto a eso: utiliza el guión largo (que con este teclado no puedo insertar, pero viene a ser esto -- sin el hueco blanco xD) y no "-". Da mucha mejor impresión. La trama no me dice nada; nada nuevo, nada interesante, pero tampoco nada malo, lo cual significa que, al menos en mi opinión, tiene potencial y se puede mejorar. Por último, felicitarte por la ortografía, no he encontrado ningún fallo.
Animaos a comentar, pensad lo que le ha costado escribir esos tochos, y además bien escritos. Casi son deberes xD
Y esto ya es un mensaje para Tijeras77. Todo escrito cuesta que salga, no voy a decir nada al respecto, y ya he dicho mi opinión respecto a considerarlo "tocho"... pero el spam nunca ayuda al autor y los relatos, ya sean fan-fics u originales nunca son algo que se hacen por obligación. Siempre salen de uno mismo, o así debería ser bajo mi punto de vista. Es algo que se hace porque se quiere. El feedback siempre es bien recibido, pero no es el fin por el que escribir una historia.
Caeles, muchas gracias por el comentario. Es justo lo que busca un escritor. Para empezar, no voy a usar la raya: se tarda demasiado y puedo citar más de un libro que usa el guión. Respecto a que esto es una fanfic: yo escribo muchas cosas originales, y uso las fanfics para creación y desarrollo de personajes que luego uso en mis historias. Eso también explica los diálogos y la dejadez de la descripción de los lugares (que en originales me encanta). No publicaría esto, que es casi un ejercicio, si no estuviera muy contento con cómo me está quedando. Seguramente, lo próximo que publique será de mi cosecha. Y, a Tijeras77, ¿cómo puedes decir que cada vez es mejor con solo 2 capítulos, ambos de introducción?
Dicho todo esto, pasemos al
3. Arena
Llegué casi sin aliento tras correr por las calles de Túnez. Ante mí se abría una gran extensión de plantas y árboles asalvajada, por la que me interné hasta dar con un gran agujero en el suelo. Bajé por unas escaleras que había y llegué al hogar del Clan del Desierto. Éste estaba bajo tierra, pero la luz entraba por unos grandes agujeros en la pared, que daba a un barranco.
- ¡Arena!- me llamo mi maestro, Garra de Piedra, un musculoso gato gris.- Tu padre quiere verte.
Resoplé. "¿Qué mosca le habrá picado?"
Bajé otro nivel de escaleras. Si bien el primer piso era espacioso y tenía muchas habitaciones, este era pequeño, y solo había dos espacios: a la derecha, a través de un pequeño agujero, la habitación del líder; a la izquierda, a través de una apertura casi idéntica, el taller-dormitorio del curandero. Inspiré y entré al cubículo de la derecha.
Alma del Desierto estaba de espaldas a la entrada, hablando con Ala de Plata, una gata gris plateada que era algo así como su segunda al mando.
- Creo que ya podemos dar el siguiente paso, Ala de Plata- dijo el líder.- Escoge a algunos guerreros y ve a visitar a Alma de las Olas mañana por la tarde.
- ¿Le hacemos un aviso?- preguntó ella.
- ¡No! No quiero más derramamiento de sangre innecesario- su voz tenía un deje amargo.- Hace diez lunas, aprendí de la peor forma que no debo matar porque sí. Lo que debes haceres decirle a Alma de las Olas que, en dos días, piense si deja que su clan se una al nuestro, o si, por el contrario, tendrá una batalla.
- Le dará igual- respondió la guerrera.- No levanta una zarpa desde que maté a su pareja.
- Tú hazlo. Ya veremos lo que pasa.
El tono con el que lo dijo cortó la conversación. Ala de Plata lo entendió y se encaminó hacia la salida. Yo me aparté para dejarle pasar.
- Buenas tardes, Arena- me saludó al salir.
Yo le devolví el saludo casi instiintivamente, pues todo mi interés estaba puesto en Alma del Desierto.
Cuando se dio la vuelta, intentéfijarme solo en su ojo azul.
- ¿Por dónde has estado, hija?
No me podía haber llamado solo para preguntarme eso.
- Por la Tierra de Nadie.
- ¿Pero tienes alguna idea de lo peligroso que es eso?- me preguntó, alarmado.
- ¿Unos cuantos gatos sin clan?- respondí, pensando en Zarpa Negra.
- No es eso. Sabes bien que se dice que ahí están los gatos del Clan de la Noche que sobrevivieron.
- El Clan de la Noche ya no existe, padre.- "Tú te encargaste de ello".
Al parecer, hacía tiempo mi padre se había arrepentido, o arrepentido a medias, de la Matanza. Ahora no le gustaba que nadie se lo recordara, y se aferraba casi desesperadamente a cualquier rumor que dijera que algunos gatos de ese clan habían escapado y sobrevivido.
- Como sea- zanjó el tema.- Me has oído hablar con Ala de Plata. Quizá tengamos una batalla en algunos días. Si la tenemos, quiero que Espina y tú destaquéis.
- ¿Por qué?- pregunté.- Solo somos aprendices.
- Quizá, pero...- noté un brillo bondadoso en su ojo izquierdo,- ¿no crees que ya sois un poco mayores para eso?
¿Convertirnos en guerreros? ¡Sí! En momentos como ese era cuando mi padre no me parecía un pesado.
- Me voy, padre- me despedí.
- Buenas tardes, Arena.
Antes de irme me fijé un momento en su ojo derecho; era casi imposible no hacerlo. Y, como siempre, me asustó.
Decían que esa herida se la hizo Alma de las Olas, en su intento de darle tiempo al Clan de la Noche para escapar, conteniendo al Clan del Desierto. A la vez, ese ojo fascinaba y amedrentaba. Su iris, o lo que quedaba de él, tenía el color de la sangre. Y su pupila no era una forma redondeada, sino un desgarrón en su ojo, de derecha a izquierda. No se agrandaba en la oscuridad, como era normal. Y yo, como todos los aprendices, había oído las historias: durante varios días, el líder había llorado sangre por ese ojo...
Me sacudí esos pensamientos de la mente como podría sacudirme hojas secas del pelaje y subí las escaleras.
- ¡Espina, Espina!- grité abordando a un aprendiz marrón.
- Arena- se quejó él,- ¿qué pasa?
Se lo expliqué demasiado rápido y en demasiadas pocas palabras. Cuando acabé, él suspiró.
- Así que tu padre quiere hacer una batalla contra el Clan de la Noche, perdón, el del Océano.
Esa equvocación distaba mucho de ser accidental.
- ¡No seas así! ¡Él está arrepentido!
- Claro, y por eso ha decidido ser pacífico para el resto de su vida.
Espina solía ser un buen amigo, pero siempre decía la verdad, aunque fuera la más dolorosa.
- Quizá, pero... al menos no es cruel.
- En eso tienes razón- admitió él mientras salíamos a la superficie.- El Clan del Océano tiene un líder potente, capaz de plantarle cara al nuestro.
Esta vez me enfadé de verdad: no sabía si lo que había dicho era irónico o sincero.
Caminamos por la espesura hasta encontrar una callejuela, y la recorrimos hasta llegar a una casa. La puerta de esa casa tenía un agujero en la parte inferior por el que fácilmente podía entrar un gato. El interior estaba lleno de trozos de madera de las formas más raras en las posiciones más extrañas: la mayoría de ellos eran rectos como edificios, no retorcidos como árboles, y estaban rotos y tirados por el suelo. Si no fuera por el cariño que le tenía al lugar, casi me parecería siniestro. Me acordé del primer día que vine, hacía cinco lunas. Era un invierno crudo, y una lluvia de hielo mojaba las calles. Mi padre y mi maestro habían tenido una discusión enorme sobre mí, y yo, sintiéndome mal, me había escabullido. Conseguí llegar hasta la casa, y, a falta de otro refugio contra la lluvia, me quedé allí. Volví varias veces, y allí conocí a Espina. Esa vez...
- Bueno- dijo mi amigo, devolviéndome a la realidad.- Hemos venido aquí por algo.
Se ocultó de mí entre la madera. Yo hice lo mismo: esa casa era nuestro lugar de entrenamiento secreto. Ahí luchábamos hasta no poder respirar y desarrollábamos técnicas de combate que sorprendían a nuestros mentores, todo por ser guerreros.
Noté un movimiento encima de mí. ¡Maldito Espina! Cayó sobre mí derribándome al suelo, e intentó sujetarme: si me hería, ganaba. Yo me revolví y conseguí empujarle con las patas traseras en la tripa; voló un corto trecho y cayó.
Una vez más, Espina me había recordado que a pesar de tener el pelo desaliñado y el caminar, casi torpe, al cazar y luchar él medía todos sus movimientos, considerando un error de un pelo como demasiado malo. Y de esa manera conseguía ser un gran luchador.
Cayó impulsándose, de modo que nada más tocar tierra, ya saltaba a por mí con las garras extendidas. Me aparté y aproveché el instante de ventaja: él estaba ahora de espaldas a mí. Sin embargo, cuando estaba a punto de hundir mis garras en su lomo, él se apartó, y cuando caí, me mordió casi cariñosamente en el costado.
- Tú ganas- admití.
- Tienes que cuidar más tus movimientos- me aconsejó él.
- ¡Ya lo hago!- protesté.- ¡Pero llegar a tu nivel es imposible!
- No te preocupes por eso- me consoló,- yo valgo por diez guerreros del Clan del Océano. Venga, escondámonos otra vez.
Señores, continúo. Aprovecho para decir que se agradece cualquier tipo de crítica, elogio, ánimo... Vamos, cosas como el comentario de [MENTION=19083]Caeles[/MENTION].
4. Fauces del Mar
Era tan pronto que la escarcha no estaba derretida y las estrellas aun se veían en el cielo. Pronto amanecería, pero de momento el sol aun no había salido. Estaba sentada sobre una azotea cercana al campamento, acabando el plan con Cola de Espuma para derrotar al Clan del Desierto.
- Ten mucho cuidado con la Fortaleza- me advirtió él por enésima vez.
- Ya lo sé, aunque sea tonta- ronronée,- no necesito que me lo digan tantas veces.
- Quizá, pero... una curandera es una curandera.
- Vale, así que subo a la Fortaleza, hablo con la gata, cojo al hijo de mi hermano, se lo llevo y ya está.
- ¡No! Tendrás que negociar con esa gata, probablemente. Además, con lo bien que se llevaba nuestro líder con...
- ¿Interrumpo algo?- preguntó una voz.
Nos congelamos. Era una voz profunda y potente como el mar, acompañada de un pelaje del color del océano nocturno.
- No- me apresuré a contestar.- ¿Qué te trae por aquí, hermano?
- El deseo de mejorarme.
"Pues si quieres mejorar, compórtate como un lñider y no como un anciano", pensé. Pero su siguiente frase me reveló mi equivocación.
- Alma del Desierto quiere conquistar todo Túnez. Y yo pensaba que todo estaba perdido, pero se me olvidaba que para ser el Señor del Agua y la Arena, y para obtener el poder de un dios, debe gobernar todo Túnez. ¡Es lo que quiere, no lo que es! Tus palabras del otro día me abrieron los ojos, hermana. Debo comportarme como un líder, no como un gatito enfurruñado.
Cola de Espuma y yo nos miramos a los ojos, y él me preguntó si seguíamos con el plan. Yo asentí con la cabeza. El cielo ahora era escarlata, y me dispuse a partir.
El camino desde el territorio de mi clan hasta la Fortaleza pasaba por lo que había sido los dominios del Clan de la Noche, pero ahora esas calles solo nutrían la Tierra de Nadie. Corrí durante lo que me parecieron lunas a través de calles desiertas, llenas de hierbas, enredaderas y árboles retorcidos brotando del suelo y las paredes.
"Debería haberme informado mejor", pensé mientras me comía un ratón que había cazado momentos antes. No sabía cómo era la Fortaleza.
Y sin embargo, no hizo falta: era un edificio más alto que los adyacentes, y más bello que el adyacente, igual de alto. Era de una enorme altura, cinco pisos, y gris, con lo que destacaba en la ciudad amarilla. En las ventanas, que habían visto mejores tiempos, había cristales de colores, y alrededor de ellas las piedras lucían bellos grabados hechos de simples líneas. La puerta de madera estaba destrozada, así que entré. El interior estaba ruinoso, y mientras subía sin problemas niveles y niveles de escaleras, fui percibiendo cada vez más cerca un olor, olor de gato pero... ¡Eso es! Diez lunas sin olerlo habían entumecido mi nariz. ¡Era el olor del Clan de la Noche! ¡Y además eran dos gatos!
El último tramo de escaleras moría en un agujero en el techo, a través del cual se veía el cielo, que ya era azul. Subí corriendo. Y cuando llegué arriba, solo entonces, pensé que debería haber sido más precavida.
El golpe en el costado que me derribó fue combustible para ese pensamiento. Una cara me miraba: un pelaje de tonos distintos de gris, ojos azules...
- ¡Tú!- exclamamos las dos a la vez.
Nunca la había visto, ni sabía que se llamaba Nublada, pero mi hermano me había hablado mucho de ella. Siempre me decía lo mismo: que su gran talento como curandera no tenía ni comparación a su conocimiento de la hechicería.
- Eres la hermana de Alma de las Olas, ¿no?
- Sí- me soltó y me levanté.
- Tu hermano me habló mucho de tí- recordó la anciana.
- El sentimiento es mutuo.
- ¿Por qué vienes?
Entonces cogí aire y se lo expliqué todo, desde la ausencia del cadáer en la Matanza hasta la intención de mejorar de mi hermano, un rato antes. Y le conté mi convencimiento de que si le llevaba a su hijo, podría vencer a Alma del Desierto.
- ¿Te has parado a pensar en lo improbable de tu plan?- preguntó la curandera.- Tienes el corazón de grande como el cerebro de pequeño. Deberías haber pensado un poco más.
Muchos me habían dicho eso a menudo.
- Funcionó- repliqué, molesta.
- No- me contradijo.- No te voy a dar a mi aprendiz. Si tu líder estuviera como antes, quizá me lo pensaría, pero ahora solo iré a tu campamento llevándole cuando la situación sea desesperada.
Nublada tenía razón. Un viaje en vano. Debería haber pensado mejor.
- Pero no vienes en vano- su tono ahora era más alegre.- Él no puede estar aislado del mundo. Te dejaré venir a verle siempre que no atraigas miradas indiscretas.
Instantes mas tarde, un gato joven y negro subió a la azotea. Me miró con sorpresa en sus ojos de cielo, soltó las presas que tenía en la boca, y se lanzó a por mí.
"¡Sí que luchan bien estos dos!", pensé cuando me di cuenta de que un gato de un clan muerto podía matarme, y no por primera, sino por segunda vez.
- ¡Déjala!- ordenó la curandera.- Es del Clan del Océano.
El gato negro me dejó de morder la garganta y preguntó:
- ¿Quién es?
- Soy Fauces del Mar.
- ¿Y qué haces aquí?- a pesar del comentario de Nublada, él seguía desconfiando.
- Te lo explicaré...- comencé.
- Decidio meterse donde no la llamaban- me interrumpió la curandera secamente, dedicándome una mirada asesina.
- ¿Y tú quién eres?- desvié la conversación.
- Zarpa Negra- se limitó este a contestar.
Poco después decidí irme; ellos no parecían contentos conmigo. Al regreso cacé para tener una excusa de mi ausencia.
Cuando regresé al campamento, el sol estaba en lo más alto. Dejé mi caza junto con la de los demás y fui a buscar a mi pareja. Mi hermano me llamó y ví que había estado entrenando con una aprendiza cuyo maestro estaba enfermo. Le dije que había estado cazando, y él, aunque parecía incrédulo, no dijo nada.
Aquella tarde fue infernal; todo el clan estaba tumbado en el campamento o refrescándose en el pozo. Pero ese clima de inactividad se rompió en mil pedazos cuando ños gatos que habían estado patrullando las fronteras llegaron antes de tiempo. Traían consigo a tres gatos de Clan del Desierto, erguidos como álamos. Reconocí a la que parecía la cabeza del grupo: Ala de Plata. De ella se decía que era cruel y retorcida, y algunos hasta se atrevían a decir que había plantado la semilla de la Matanza en la mente de su líder.
El campamento se convirtió en un borrón de felinos veloces. Se corrió la voz de que los prisioneros querían ver a Alma de las Olas, e instantáneamente, diez gatos (entre ellos to) fuimos como ratones huyendo a su dormitorio, y le conducimos ante la patrulla en lo que parecía, mas que una escolta, una bola de pelo gigante viva.
- He oído que me reclamabais- empezó mi hermano cuando le dejamos libre.
Todo el clan observaba como se observaría una presa.
- Así es. Alma del Desierto os propone un trato.
- Habla.
Entre el líder de mi clan y la guerrera del otro, en vez de haber un diálogo, se libraba un duelo de miradas petrificantes.
- Al tercer día desde hoy, Alma del Desierto pretende eliminar tu clan.
- Bonito trato.
Los gatos de mi clan ya estaban murmurando algunos, listos para matar otros.
- El trato es este- la gata ignoró la ironía,- :uníos a mi clan o sed exterminados por él.
- Qué bonito y generoso- mi hermano blandía espadas de hielo en cada palabra,- ahora, el asesino da la opción de solo matar la identidad.
- Ese el el trato- si las palabras del gato eran espadas de hielo, las de la gata eran una coraza gélida.- No vinimos a haceros daño. Al segundo día por la noche, vendremos a por vuestra respuesta.
- Un gato sigue siendo amarillo aunque se tizne con carbón. Tengo aquí unos veinte gatos que os despedazarían si digo una sola palabra. Pero eso matar al indefenso, y este clan no es el tuyo; aquí no practicamos eso. Idos, no manchéis más con vuestra presencia este lugar, y si antes o después del segundo día pasáis por aquí...
Mi hermano se pasó el rabo por el cuello: una amenaza directa. Ala de Plata inclino la cabeza cerrando los ojos en una señal de hipocresía disfrazada de respeto y se despidió:
- Gracias por la hospitalidad.
Se fueron. El clan estuvo un rato más en silencio. Entonces, mi hermano lo rompió:
- ¿Qué hacés aquí quietos? ¡Tenemos batalla en tres días! ¡Venga, preparaos!
Me quedo sin palabras solo te digo una cosa ¿Sabes dibujar? si si lo sabes podrias hacer esta historia un manga no tu solo obvio consigues mas gente lo crean y ¡¡¡pamm¡¡¡ podria llegar a hacerse anime jeje la verdad me encantaria tener a un escritor como tu de mi lado... no preguntes xD
Puede que este capítulo os parezca algo mas corto o flojo que los demás, pero es necesario. Como siempre, se agradece cualquier feedback.
5. Zarpa Negra
Nublada había calificado una vez la magia como "lo más bello del mundo". Yo era incapaz de apreciar su belleza, pero no su utilidad. La magia servía para dar más potencia a tus músculos, es decir, para cazar, luchar o huir. Además, la magia había hecho que la curandera y yo nos lleváramos mejor. Ella me había confesado que, si era así de dura conmigo, era para enfadarme, porque la magia fluye mejor en un ambiente adverso.
Habíamos conseguido que mi bloqueo desapareciera para la magia implicita, la usada en acciones, en muy poco tiempo, así que ahora mi maestra me enseñaba magia explícita: los hechizos.
- Este se llama Máscara- me explicó Nublada,- y su secreto nunca ha salido del Clan de la Noche. Impide que te reconozcan.
Ocelada murmuró unas antiguas palabras y después calló. Poco a poco, empezó a transformarse ante mis ojos. Y, tras unos segundos, la gata que se sentaba sobre la azotea cambió a una forma concreta, pero difusa. Cada vez que me intentaba fijar en un detalle, este se evaporaba. Era algo imposible, que no encajaba en el mundo, y mi intuicion se negaba a creerlo. Y sin embargo, allí estaba.
Entonces me di cuenta del defecto.
- Dices que ningún otro clan conoce la Máscara. Entonces, si ven a un gato como tú, sabrán de qué clan es.
- Es verdad- me respondió la no-figura con una voz que no era ni masculina ni femenina, ni aguda ni grave; imposible de reconocer,- pero no sabran qué gato eres. A no ser que la ejecutes ante sus ojos, tú y el felino que lleve la Máscara seréis dos gatos, no uno.
Practiqué y practiqué hasta que mi Máscara ocultó incluso mi olor, y entonces Nublada me dejó salir. A tiempo, porqueel día anterior había quedado mas pronto con Arena. Corrí y corrí hasta llegar al sitio donde, dos días atrás, se me había escapado la mejor presa que había visto.
- ¡llegas tarde!- me reprochó mi amiga.
- Lo siento- los remordimientos empezaron a roerme desde dentro,- he tenido que buscar las hierbas necesarias para adormilar a mi hermano enfermo.
- Para eso se cuenta una historia- me dijo ella.
Yo volví a mentir al decirle que no conocía ninguna historia; tenía que mantener mi papel de garo sin clan. Ella me preguntó si conocía la historia del Rey del Invierno, y yo lo negué, a pesar de que era la que Nublada más me contó de pequeño.
- ¡Te la voy a contar!- parecía ilusionada.
- ¡Vale!- dije yo, su felicidad era contagiosa.
- Todo- empezó ella- comenzó hace mil estaciones. Hubo un invierno crudo, como nadie recordaba. Y ese invierno fue demasiado largo, duró muchas estaciones. Y no solo fue eso. En un momento, el mar dejó de moverse; y el cielo se nubló para siempre, ya no había lluvia, sol ni estrellas. Los clanes, tristes, pwnsaban que el mundo iba a ser así para siempre.
"Y en medio de todo eso nació un gato. Dijeron que era hijo del invierno, dijeron que era hijo de la desesperación. Pero sí era hijo de la magia; fluía en él tan abundante como la sangre. Cuando le nombraron guerrero, decidió partir lejos de Túnez para hallar le causa de ese oscuro invierno.
"Muchos pensaron que no volvería, pero volvió, mas fuerte y mas sabio. Entonces se proclamó rey, líder de los cuatro clanes, el Señor del Agua y la arena. Todos le temían, así que, para mostrar que era buen líder, el Clan Celeste bajó a la tierra y le coronó. A partir de entonces, el Rey del Invierno llevó una corona de hierro negro como su pelaje, con seis puntas, con una brillante estrella en cada una. Y la corona le hizo aun mas fuerte. Después, escogió a tres guerreros, y, tras eso, los Cuatro Guerreros fueron juntos a luchar contra el culpable del invierno.
Arena hizo una pausa.
- ¿Y entonces?- pregunté, ansiando el final.
- Nunca se le volvió a ver, pero poco después se despejó el cielo y llegó la primavera. Algunos dicen que murió, y otros, que volvio a Túnez, herido y dolorido, y que ocultó su corona para que el héroe mas grande se la ponga en el momento mas desesperado.
Como siempre, la historia me había dejado temblando de emoción.
- Se te da bien contar historias- la halagué.
- Gracias. Oye, ¿sabes que a lo mejor me nombran guerrera?
- ¿En serio?
- ¡Sí! Mi padre me ha dicho que, si destaco el la batalla que vamos a tener contra el Clan del Océano, ¡me nombrará guerrera!
- ¡Qué bien!- exclamé, aunque en realidad había recibido un duro golpe: Alma del Desierto daba el siguiente paso para conseguir el poder del Rey del Invierno.
Estuvimos hablando un rato mas, y yo tuve que luchar para esconder mis sentimientos. Cuando nos despedimos, yo froté mi cara contra su costado, una muestra de gran afecto.
- ¿Por qué haces eso?- me preguntó Arena.
- Perdona si...
- No, tranquilo, no me importa. Pero, ¿por qué lo haces?
- Quién sabe que puede pasar en la batalla.
Entonces supe que había dicho algo mal: Arena pareció enejecer varias estaciones.
- ¡Perdón!- me apresuré a decir.- No quería herirte.
- No, tienes razón- respòndió ella amargamente lamiéndome el cuello.
- Por cierto... tu padre parece influyente. ¿Quién es?
- Es Alma del Desierto
Nos despedimos, y ella se fue. Pero yo me quedé clavado en el sitio. Solo podía pensar: "¡Mierda, mierda, mierda!
Para los pocos que sigan mi historia: ¡habéis llegado a la mitad! ¡Enhorabuena!